En un prado verde, donde el viento jugaba con
la brizna de las hierbas, vivía un burro muy especial llamado Pimpón. Era un
burrito de pelaje gris claro, con unas orejas largas y una cola que movía con
alegría. Pimpón era tan libre como el viento… corría, saltaba, y sobre todo, le
encantaban las amapolas rojas que cubrían el prado como un manto de terciopelo.
Pero Pimpón tenía un vicio difícil de
controlar para el: amapola que veía, amapola que se comía haciendo desaparecer
las flores de los tallos. Los aldeanos que vivían cerca de aquel prado, se
daban cuenta de los destrozos que hacía Pimpón en dicho prado. Cada día que
pasaba los aldeanos estaban más enfadados, pues las amapolas daban mucha vida y
colorido al paisaje, además atraían a las abejas que luego polinizaban los árboles frutales que rodeaban la aldea.
“¡Pimpón, deja de comerte las amapolas!” le
gritaban.
Le riñeron un día si otro también, incluso lo
castigaron sin alfalfa tres días seguidos, pero Pimpón no entendía por qué su
pasatiempo causaba tanto revuelo entre las personas. Aun así el burrito seguía
siendo igual de travieso.
Un día un forastero llegó a la aldea. Era un
hombre con barba gris, sonrisa amable y un zurrón lleno de hierbas y semillas.
Los aldeanos cansados del burro, le contaron la historia de pimpón y las amapolas al forastero.
Este hombre de barba gris y sonrisa amable, se acercó al prado de amapolas, se sentó tranquilamente cerca de donde Pimpón pastaba. El burro se detuvo y con curiosidad se quedó pendiente de lo que hacia aquel hombre.
“Pimpón”, le dijo el forastero con voz suave y
tranquilizadora, “sé que te gustan las amapolas, pero tienes que entender que a
los aldeanos también les gusta verlas florecer. ¿Qué te parece si te muestro
otras cosas que puedas comer, cosas que no molestarán a nadie si te las comes?
El burro empino sus orejas y lo miro con sus
grandes ojos negros como el azabache. El forastero saco una rama de su zurrón
con unas hojas tiernas y se las ofreció. Pimpón, desconfiado al principio, las
olio y luego las probó masticándolas lentamente. ¡Guau! Se dijo el burrito, son
deliciosas y están mucho más sabrosas que las amapolas.
El hombre pasó los siguientes días caminando
por el prado con Pimpón a su lado. Le enseñó a comer tréboles, a buscar las
hojas más jugosas de los arbustos y a saborear las hierbas más frescas que
estaban cerca del arroyo. Pimpón descubrió un mundo de nuevos sabores,
descubrió que ya no necesitaba comerse las amapolas para ser feliz.
Poco a poco, se creó un vínculo especial entre
el forastero y el burro. Pimpón ya no corría alocadamente, siempre estaba cerca
de su nuevo y mejor amigo y solo daba unos trotes a su alrededor para
demostrarle su alegría. Gracias a esto
las amapolas volvieron a crecer llenando el prado de color rojo para la alegría
de todos los aldeanos.
Desde ese día, Pimpón dejo de ser “el burro
travieso” y se convirtió en “el burro que siempre anda con el forastero”. Se
volvieron tan inseparables el burro y el forastero, que su vínculo llego más
allá de una amistad… como la mejor de las familias, estuvieron juntos para
siempre.
Alejandro Maginot
Que cuento más tierno .
ResponderEliminarEse burrito, solo le tenían que dar otras opciones de alimentos.
Y su nuevo compañero, así se lo enseño.
Ahora todos contentos, los campesinos disfrutando de los bellos vamos de amapolas y Pimpón, contento con su nuevo compañero de aventuras.
Gracias, por darnos ilusión como si fuéramos unos pequeños sentados alrededor de la mesa camilla escuchando un lindo cuento.
Un abrazo y muy feliz semana.
Gratitud infinita mi querida amiga, en esta andadura me meto en una trilogía de tres cuentos, o tal vez meta alguno mas. Pues de los años que llevo escribiendo, quizás haya escrito cuatro o cinco cuentos no más. Por eso retomo esto para no perder la practica, Ya que alguna madre lo utilizara para contárselo a sus peques.
ResponderEliminarEs un genero que me gusta aunque lo tenia olvidado, ya estoy en marcha otra vez, como el burrito Pimpón, aunque yo deje de comerme las amapolas hace tiempo, Jajajajja.
Feliz casi fin de semana.
Te mando besos con cariño.
Gracias.