domingo, 21 de septiembre de 2025

Soledad

 




 El salitre se había convertido en el perfume de su vida, y el crujido de la madera, en la sinfonía que arrullaba sus noches. Huyendo de la asfixia de lo cotidiano, de los rascacielos que arañaban un cielo gris  y de la multitud que le pisaba los talones, Elías había zarpado hacia la inmensidad del pacífico. Su hogar era la Aurora, un pequeño velero que lo llevaba a la búsqueda de una soledad casi mística, esa que solo el océano puede ofrecer.

 Su rutina era un remanso de paz: el sol saliendo por la popa, la brisa  marina sobre la cara y el ritual sagrado del café de la primera hora del día. Una mañana, mientras el sol teñía de oro las aguas, Elías se dispuso a preparar su café. Lleno la cafetera, molió los granos con cuidado y espero que el aroma familiar se esparciera por toda la cabina. Pero al verter el líquido negro en su taza, algo fuera de lo común ocurrió.

 Del denso vapor que se elevaba de la taza, no surgió el aroma de siempre, sino la silueta etérea de una figura. No tenía más que unos centímetros de alta, pero sus formas eran perfectas. Una pequeña mujer, con el pelo hecho de hilo de humo y ojos que parecían dos gotas de café, se posó en el borde de la taza. Elías, incrédulo, se froto los ojos, pero la figura seguía allí. La ninfa lo miro con una picardía inesperada y, con una voz tan suave como el susurro de la brisa, le hablo.

−Sé que buscas la soledad, Elías, pero no puedes escapar de lo inevitable. Me he quedado fascinada por tu viaje, por tu búsqueda. Si me dejas, me transformare en tu compañera de vida. Creceré con cada amanecer, con cada milla que recorramos, hasta convertirme en una mujer de carne y hueso. Estaré a tu lado,  en los días de calma y  también en los de tormenta ¡pero tan solo si me lo permites!

 Elías guardo silencio. ¿Estaba la soledad que tanto anhelaba intentando engañarlo? ¿Era un espejismo de la soledad del océano? La ninfa, como si pudiera leer su mente, sonrió y salto al café, desapareciendo en un remolino. Solo quedó el aroma,  esta vez… más intenso que nunca.

 Dubitativo, Elías decidió esperar, observando siempre con cautela. Con cada taza de café que preparaba a lo largo del día, la ninfa se mostraba, un poco más grande cada vez. Al atardecer, su estatura ya era la de una niña pequeña. Elías la miraba fascinado. Era cierto, no se trataba de un sueño, sino de algo parecido a un milagro. Su soledad se había roto, pero no de la forma en que huía del mundo.

 A la mañana siguiente, al preparar la primera taza del día, la ninfa ya era una adolescente. Se sentó a su lado, tan curiosa como él, preguntándole por cada estrella y cada pez que veían. Elías le enseño a navegar, a leer las cartas de navegación, y en definitiva a entender el lenguaje del mar. Día a día, en cada sorbo de café, la ninfa crecía, llenando la cavidad del velero de risas y conversaciones.

 Llegó un día, en el que Elías se sirvió el café como siempre, pero de la taza ya no salió la magia del humo de las veces anteriores. Elías asustado, se levantó y se giró. A su lado, había una mujer de pelo castaño, ojos color café y una bella sonrisa que Elías ya conocía. Su ninfa se había convertido en una bella mujer. Con una voz profunda y melódica, la ninfa le habló.

−Mi amor, he crecido. Y ahora como te prometí soy tu compañera.

 Elías, con los ojos llenos de lágrimas, sonrió  temblorosamente. Por fin había encontrado una compañera que no le asfixiaba, que no lo condicionaba, una mujer que había surgido de la inmensidad del océano y del silencio de su alma. Había huido de las masas para buscar la soledad, pero jamás se le paso por la imaginación encontrar a la persona que lo complementaria, e ironías del destino… en la búsqueda de una soledad a medio gas, había encontrado un amor para la eternidad.

 

     Alejandro Maginot

 

1 comentario:

  1. Qué soledad más mágica , encontró en ese velero, donde, queriendo desconectar, no sabía que encontraría la felicidad.
    Cada sorbo de ese café era un paso para que esa ninfa se convirtiera en esa compañera de vida, que tal vez Elías, sin querer la formo en su mente , y estando en la soledad del mar, la hallo.
    Un abrazo grande , en esta tarde de fin de verano .
    Feliz comienzo de otoño .

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