Este cuento comienza en un dorado desierto, donde
el sol calienta hasta su punto más extremo.
Anda sonámbulo el superviviente de un avión perdido, sólo
algunas zonas de su piel son tapadas por andrajosas ropas, quemadas carnes que
parecen estar sacadas del asado de unas brasas. Rojeces de dolor insufrible,
labios quemados por la desesperación de la sed que padecen, piernas cansadas
por los cortos pasos que va dando, clavándose sobre las dunas. Manos
irreconocibles, de treinta años que se
confunden con los setenta y tres. Barba enredada como zarza, de corona de un
suplicio ya escrito. Ojos que aunque nubios, no están adaptados al desierto.
Sus pensamientos son lo único que le queda
intacto en tan duros momentos. Sus piernas andan sobre abrasadora arena, pero
sus sueños caminan sobre cartulinas de colores.
Una nube, seguramente perdida por tan crudos
lares, tapa como paraguas su endeble y ya frágil cuerpo. El levanta muy
despacio su cabeza y mirando hacia el horizonte vislumbra un punto negro, cree
creer lo increíble al oír una música que le es muy familiar, es una melodía que
compuso a los quince años.
El, nota en sus extremidades una fuerza que
hace días lo habían abandonado. Anda casi erguido, la cabeza avizora intentando
no perder de vista aquel punto negro, de donde sale tan conocida música.
Siente que camina deprisa, aunque la realidad
es otra. Avanza a un ritmo de diapasón cansado, pero seguro. Su firmeza lo
lleva casi en volandas por el deseo de llegar al punto de donde parte la
música.
Siente como la ilusión lo abraza y casi lo
hace flotar, cada vez está más cerca del objeto. Ya no le parece un espejismo,
ya va tomando forma.
A unos tres metros queda paralizado, está
ante un piano de cola al frente del cual hay una dama, vestida con una túnica
de tul blanco. Desde su posición, sólo puede ver sus largos cabellos negros y
unas blancas manos. Colores que identifica las teclas de un piano, pero que él
está viendo con una claridad absoluta.
Queda maravillado de la acústica que tiene,
allí en aquella llanura interminable, donde sería casi imposible oír una nota
musical. Ve como aquellas manos de ángel acarician unas teclas de marfil, que
presionan sólo con pasar su calor corporal. Gratos recuerdos llegan a su mente,
mientras contempla como dicha dama danza sobre la música, creando magia
acústico-visual.
Entra en trance oyendo su propia composición,
la primera de tantas bellezas que salió de su mente y de sus manos. Los
movimientos de aquel ángel tocando el piano, lo evaden del dolor, del
cansancio, del hambre, de la sed. Partitura casi inacabable, aunque como todo
tiene su fin.
Cuando acaba, se dirige a la dama para
agradecer lo que él cree será la última visión de este mundo, al tocarle el
hombro se gira la mujer y al verle la cara entra en shock desmallándose.
Cuartel avanzado, de las tropas españolas en
Afganistán:
Dos soldados de la operación de rescate,
comentan lo sucedido:
Javier- Que suerte ha tenido este hombre, lo
hemos rescatado en sus últimos instantes.
José- Desde luego, unos minutos más y lo
hubiéramos perdido.
Javier- Es curioso, lo que balbuceaba
mientras veníamos en el helicóptero, me impacto bastante. ¿Tú oíste lo mismo
que yo?
José- Claro, no paraba de repetirlo.
Vino todo el tiempo diciendo: Gracias
mama, gracias por enseñarme música y volar a través de ella para salvarme.
Javier- Creo que aquí se cumple el dicho” la
fuerza de voluntad mueve montañas”
José- Creo que en este caso, no ha habido
dichos ni fuerzas sobre naturales, solo un amor de madre, que ha vuelto desde
el cielo para darle una segunda oportunidad.
Nadavepo.
Precioso Alejandro. Ciertamente los recuerdos felices son la fuerza, el motor, en aquellos momentos de desesperación, donde las piernas nos flaquean. Si a eso le unes la persona que nos dio la vida ... creas esto, un maravilloso relato, donde el amor puro de una madre enseña el camino de la vida.
ResponderEliminarGracias María Jesús por tan bonito comentario, estoy totalmente acuerdo con el. Muakkkk
EliminarCierto es Alex que el amor mueve montañas, pues en los momentos más difíciles esa magia te da la fuerza suficiente para salir adelante y luchar contra viento y marea, por conseguir lo que uno tanto anhela. Has descrito con delicadas palabras adornadas con alas invisibles, un bello recuerdo de lo más sagrado que existe, el amor de madre. Y me has emocionado con tan sublime poema-relato,muakkks.
ResponderEliminarPrecioso comentario querida Marta, me ha gustado mucho. Muchas gracias. Muakkkk
EliminarQue bonita historia de amor y dolor,... Que hermoso encuentro sobrenatural,.. Eres maravilloso Alejandro,... Magnifico,... Puedes armar situaciones,... Y llevarnos,... trasladarnos a tu relato,.. Me encantas,
ResponderEliminar.. Que bonito,.... tenerte,.... leerte,... Creerte,... Besos,... Bendiciones,... Y un abrazo,.. Feliz,...
Gracias encantadora y dulce Maria por tu comentario. Te mando un enorme beso. Muakkk
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