Nos sé, de dónde habíamos salido y porque
estábamos de madrugada en aquella calle empedrada. La oscuridad nos devoraba,
gracias a dios que una farola nos alumbraba mientras nuestros rostros se
difuminaban.
Tú balbuceabas mientras mi memoria en otro
lado estaba, aunque en un momento de flujo mental volví a aquella escena que me
resultaba muy seria a la vez que imaginaba que sería fatal.
Las gotas de lluvia eran muy finas y caían del
cielo como huevas de caviar. Tus labios brillaban con la humedad y tus cejas
parecían hierbas verdes bañadas por el roció del alba, yo escuchaba sin saber
que hacer mientras tu no parabas de gesticular.
Entre la semioscuridad y el flujo de la lluvia
que no dejaba de borbotear, el frio de mí se apoderaba y no era por los elementos ni por aquella noche tan fría, era por las palabras que como dagas me lanzabas, las
oía sin poder dar crédito a lo que me decías.
Sin tener la más remota idea, entre insultos
me maldecías y te alejabas, a cada paso que dabas el dolor en mi corazón
aumentaba, llego un momento que cuando te perdí en la oscuridad casi un infarto
me dio.
No pude ni reaccionar, ¡me suicido o trato de
pensar en lo que la he podido fallar!
¿Verdad o mentira? todo lo que verbalmente me arrojabas
seguro que en tu mente tan real lo veías como la luz del día, pero si conmigo
lo hubieras dialogado de muchas cosas cuenta te habrías dado, y quizás no me
hubieras visto tan malo, pues yo he llegado a pensar que fue todo un montaje o
una de tus actuaciones para separarte de mí vida sin dar explicaciones.
Y lo que a continuación te contare lo hare en
presente… pues ya hablara de nuevo en pasado el o la que mañana me encuentre:
Pero en este momento en el que me dejas, no puedo
mover ni un solo musculo de mi cuerpo, por eso estoy seguro que mañana cuando
alguien me encuentre bajo esta farola, sin dudarlo dirá “Este chico ha muerto
por la mordedura de una vampiresa”.
Alejandro.