Te bautizaron en una ciudad antaño
fortificada, a la orilla de un río milenario que, por los árabes lleva su
nombre dado.
Que contradicción, ponerte el nombre del arcángel
protector de la ciudad, ubicado sobre un pilar, en el centro de un puente
romano.
Eres mezcla de muchas culturas, belleza árabe
en tus rasgos, firmeza gaélica en tu ser, elegancia clásica romana… aunque tu
naciste en época cristiana.
Naciste con alas, como el arcángel que te
avala, porque sabes volar sobre las adversidades… con la belleza y serenidad,
que emana del azul de los mares.
Te has enamorado de un hombre atento y
caballeroso; robaste una manzana para que él pudiera comer, pero se te ha perdonado. Porque tu fuerza radica en el amor, que le profesas a un
Dios mundano… ojos de azabache, dientes nacarados, la humanidad se pierde porque la estreches
entre tus brazos.
Rompeolas que quiebra la voluntad de los
hombres, excusa para acariciar el viento, protesta para que no se pierdan los
amores lejanos… brilla la luz en el centro del escenario, y la historia se
escribe sin guion ni calendario, porque la pureza del amor; no es una pausa
entre actos.
Piérdame como cualquier mortal, entre el
bosque de tus encantos, ni Afrodita lo hubiera imaginado, que robarías una
manzana… pero sin cometer pecado.
Amárrame tiempo… no me dejes dejar atrás, la
belleza que supera lo que ni Dios hubiera imaginado.
Alejandro
Maginot