Me dijeron que el deseo lo representaba una
paleta de pintor con óleos de mil colores.
Busqué, experimenté y deseé pero sólo
encontré simples acuarelas de dos colores, el blanco de la ignorancia y el
negro del fracaso.
Como buen explorador seguí buscando esos óleos
de colores de los que tanto me habían hablado, pero no los encontraba y aunque
desierto tras desierto atravesé al no
encontrarlos me desespere.
Y cuando ya desolado y a punto de tirar la
toalla estaba, como en un espejismo... me vi sumergido en el oasis más frondoso
que jamás había visto.
Como una diosa árabe sentada en el brocal del
pozo estaba, al levantarse y venir hacia mí su cuerpo como el tronco marrón de
una palmera se cimbreaba, sus manos se extendían verdes como las hojas de la
hiedra que por mi cuerpo escalaban, en la punta de sus dedos un racimo de
amarillos dátiles brillaba, sus ojos celestes me hipnotizaban y su pelo negro enredado en el viento y jugaba.
Fue al verla cuando recupere la fe en la
paleta de colores, en los tonos más profundos que te ofrece... y al untarte con ellos, desgraciadamente te desvaneces.
Por eso a ti me entregue y de tus colores me impregne, quedando enmarcados en un cuadro pintado al óleo para siempre.
Alejandro Maginot