Andaría cielos y tierra hasta desgastar la planta de mis pies...
Y si aún así no te encontrase, me lanzaría al vacío de la desolación
para poder alcanzar tu corazón, magia o desesperación.
Andaría cielos y tierra hasta desgastar la planta de mis pies...
Y si aún así no te encontrase, me lanzaría al vacío de la desolación
para poder alcanzar tu corazón, magia o desesperación.
Mirando al mar y
de rodillas sobre la arena de la playa escribo con mi dedo tu nombre. Nombre
que viene de otras arenas más profundas que rodean palacios donde se habla de
no dormir en mil y una noche, pues los sueños se pierden en las dunas hasta la
madrugada por eso tú te llamas Sahara.
Con tu pelo color azabache me proteges del sol
abrasador dando frescor a mi inquieto
corazón, que por ti brama sin control como un loco reloj. Mirar tus ojos de
princesa árabe… es como mirar el cielo del desierto en la alborada acariciando
el viento mientras voy oliendo los aromas de las exóticas especias que tu
cuerpo me regala.
Beso tus labios
mientras me llevas al más frondoso oasis que en el más cruel desierto existió, corto
un jazmín para regalártelo a ti y mágicamente este se inclina ante la reina de
los aromas, que cortésmente le devuelve el saludo con su brisa impregnada de
azahar.
No sé si soy
Aladín sosteniendo un jazmín o tal vez una lámpara maravillosa, lo que si se
con seguridad que ningún genio de la tierra me podría conseguir una mujer de
tal valía… que si en el medievo nos encontráramos yo vuestro paladín seria,
pero como estamos en tierra árabe por estar a tu lado incluso con ser tu eunuco
me conformaría; y aunque no te pudiera hacer el amor sólo con contemplarte mi
corazón gozaría de esa paz que tu como princesa árabe le darías.
Y si por adularos
vuestros jenízaros me detuvieran, no habría para mi nada más bonito que vuestro
cuerpo fuese mi cárcel y vuestras manos mis cadenas, pues esa sería la mejor prisión para cumplir
mi condena.
Alejandro Maginot