miércoles, 20 de enero de 2016

Niña













  Niña, sóplame como soplador de vidrio… y moldea mi alma, a semejanza de  la tuya cuando se refleja en el espejo.

  Amor de cristal, urna de terciopelo… amarte es el más bello y dulce de los privilegios.

  Niña, ámame  para poder rozar el cielo… pues desearte, es alcanzar el brillo de la luz a la que no llego.

  Quien pudiera ser caballero,  para en cada alborada… desmontar de su caballo, y en nuestro tálamo abrazar todo tu cuerpo.

  Niña, coge mi mano llevándome hasta el cielo… y desde arriba me enseñarás, que pequeño es todo cuando te tengo.

  Caricias que yo deseara, fragmentos de tu corazón hambriento… dámelo todo,  para fundirme contigo en la fragua de tus senos.

  Niña, remolca mi nave al centro de tu océano… desde allí veremos las puestas de sol, esas que nunca olvidaremos.

  Sol de galaxias, guía de firmamentos… calienta todo mi cuerpo, que el frio me embarga y sin tu brújula yo me pierdo.

  ¡Niña!

  Déjame tu sexo para aplacar estas ansias… que para saciar este fuego, todas las fuerzas de la naturaleza no bastan.




Nadavepo.





domingo, 17 de enero de 2016

Te quiero sin reservas














  Te quiero… aunque ahora mi querer, pese menos que una pluma en tu vida.

  Te quise… por darme la oportunidad, que en aquel momento tanto necesité.

  Te querré… por haberlo intentado, y no desesperar en el intento.

  Te adoraré siempre… por tu honradez, por decirme a la cara que no podías enamorarte de mí.

  Te extrañaré… por tu sinceridad, que abrió nuevos horizontes en mi vida.

  Te guardaré en un rincón de mi corazón eternamente… por ser vos quien sois, todo amor hasta para vuestros amigos.

  Encantadores sueños, dulces esperanzas… para ti siempre, por ser el hada que por primera vez en mi vida…

  ¡Me toco con su varita mágica!





Nadavepo.




viernes, 15 de enero de 2016

Rota












  Rota te encuentro, como una muñeca de trapo… que hordas, por tu corazón han pasado.

  Trato con mis palabras, de embellecer tu semblante… aunque de todas formas, tú no estés ahí.

  Rota estas, como puzzle desgranado… que difícil me será, recoger y recomponer todos tus pedazos.

  Vuelvo la vista atrás, para adivinar… porqué tan rota estás, no quiero que me sea imposible, volverte animar.

  Porcelana rota, bermellón desquebrajado… deseo encender tu corazón, con los rescoldos del pasado.

  Déjame hacerte olvidar, no pierdas la esperanza de salir de este naufragio… apoya tu mano en mi pecho, que estoy con tu alma sincronizando.

  Odio y pasión, son una mala combinación… la tristeza de amor no te puede envejecer, déjame que una vez más te pueda querer.

  Jugaste a ganar, para luego perder… no te rompas, que locamente te voy a querer.

  Es que tú, solo tú y solamente tú… eres la obsesión que influye en el motor de mi mente.

  Porque ahora más que nunca sé, que aunque te rompas en mil pedazos… yo a esta vida llegué, para como red de pescadores poderlos recoger.





Nadavepo.






  

domingo, 10 de enero de 2016

Una noche infernal













  Era la madrugada de un día cualquiera, de un mes cualquiera, de cualquier año.

  No podía dormir, aquella tarde lo había visto más débil que en días anteriores. No sé porqué, aquella noche un frio seco y cortante, engullía mi cuerpo como lo hace la niebla con los barcos en la mar, me acurruqué entre mis brazos e incluso intente calentarme con mi propio aliento, pero nada me reconfortaba.

  Yo soñaba contigo despierto, tan embelesado estaba que cuando sonó el teléfono no me sobresalte, aunque ya intuía que oiría lo que jamás quisiera haber oído, mi corazón se engurruñó como hoja de papel que se tira a la papelera.

  Contradictoriamente, en segundos mi cuerpo empezó a arder, mi sangre hervía mientras los tambores del infierno golpeaban mi sien. Salte de la cama como un resorte, no sé si me vestí o salí desnudo, para cuando quise acordar ya estaba en la carretera.

 Era una noche lúgubre de tremenda oscuridad, con viento huracanado envuelto en una lluvia grotesca, puse el coche a toda velocidad, no me importaba mi vida, ¡imbécil de mí, como si yo pudiera salvarlo! De nuevo mi cuerpo se tornó frio, mi tez blanca como la cal alumbraba el habitáculo del automóvil. Quería llorar, pero había olvidado como hacerlo, incluso sabiendo que el cielo lloraba por mí, no tenía manera de calmar mi dolor.

  No sé si había viajado en una nave espacial, curioso hubiera sido saber cómo llegue allí. Avanzaba corriendo por el aparcamiento hacia la puerta del hospital, la lluvia lapidaba mi cara, la humedad engarrotaba mis manos, esas que habían tenido cogidas las suyas aquella tarde.

   Cuando llegue a la puerta, un guarda de seguridad parecía dispuesto a pararme, pero conforme caminaba hacia el este me dejo paso sin articular palabra, creo que vio en mi cara que tenía una cita con la muerte. Subía las escaleras de dos en dos, creí que podría llegar a tiempo para poder negociar con la señora de la guadaña.

  Nada más atravesar el umbral del corredor, un olor a azufre se incrusto en mis fosas nasales como dos puñales, los efluvios de lejía enrojecieron mis ojos desorientando todos mis sentidos, pero yo sabía que ella estaba en el habitáculo donde jamás debería haber entrado. Mientras avanzaba por el pasillo hacia la habitación, dos sombras al fondo iban tomando forma, estaban mudas y estáticas como estatuas, solo el brillo de las lágrimas en sus ojos denotaron que eran de carne y hueso.

  Cuando hube llegado a su altura, no pudieron articular palabra solo miraban fijamente hacia una puerta entre abierta, a la cual me dirigí sigilosamente. Al asomarme vi a dos enfermeras despojándolo de su pijama, quizás porque querían que se fuese de este mundo como vino a él “desnudo” el que yacía en su lecho de muerte era el mismo Jesús, al menos para mí.

  No tenía lágrimas para llorar, la muerte que nos rodeaba me las había robado. Yo seguía observando, como las dos enfermeras improvisaban una mortaja con una sábana blanca, vi a mi madre llorando en un rincón de la habitación, yo entre y no se me ocurrió consolarla, magnéticamente me dirigía hacia la cama donde me senté al lado del cuerpo de mi padre, apoyando mis manos sobre las suyas.

  No sé, pero increíblemente mi cuerpo estaba más helado que el suyo, por un momento deliré y hablé con él.

―Dime padre ¿Dónde está la muerte escondida? he venido a negociar con ella para que te devuelva la vida.

  Como es natural no obtuve respuesta, pero yo sabía que la muerte estaba allí agazapada, riéndose de mí. Así que enfadado alce la voz y le dije.

―Sal cobarde de tu escondite, sal muerte absurda y negocia conmigo ¡te ofrezco mi vida y mil más que tuviera! a cambio de la de mi padre.

  Fue imposible obtener replica, así que decidí hablar con mi progenitor.

―Papa, no quise despedirme de ti esta tarde, para que no te preocuparas. Pero sé que estas aquí y me oyes, por lo que te diré que no te preocupes por nada, que yo cuidare de todos aquellos “nuestros tesoros” también protegeré a lo que más tú querías, tu esposa. Quiero que sepas que ésto no es un despedida, esto es un hasta siempre.

  En un monologo desesperado, continúe sin parar.

―Ya sé que te dije muchas veces que te quería, pero perdóname por no haberte dicho que te amaba, como tú y yo amábamos a la madre naturaleza. Papá no me pondré más sentimental, no quiero que me veas llorar desde el otro lado del cristal.

  De repente encolerizado de rabia, alce mi voz un punto más.

―Y grítale de mi parte a la negra señora, que ajustaré cuentas con ella. Dile que no se puede llevar a un ser querido, a traición de una forma tan vil.

  Fue un desahogo para mí, pues me dio el temple para bajar el tono y susurrarle al oído.

―Te hablo bajito, para que no nos escuche la de la capa negra. Llévate papá mi áurea contigo, así parte de mí vivirá contigo en el infinito, yo voy a quedarme con tu esencia, de esa manera podremos seguir compartiendo aquí en la tierra.

  Convencido de mis palabras, cerré mí monologo con una esperanzadora despedida.

―Así padre, te dejo dormir en paz. Que mañana y sin que nadie lo sepa nos volveremos a juntar.

  Me levanté y abracé a mi madre, unas gotas húmedas brotaron de mis ojos, que alegría me dio saber que mis lágrimas no se habían marchitado.

  Ataúd de madera, protégelo con el mismo cariño con el que él os talló y acarició, que aún recuerdo cuando era niño, como su ser olía a madera de pino, sauce y manzano. Y a tu voluntad dejo papá, nuestros encuentros en el prado, al filo del bosque de castaños, junto aquel arroyo tan caudaloso, que juntos cruzábamos de la mano.

  Apagaron las luces, el ataúd se ha marchado. Yo avanzo por el pasillo, entre sollozos y sueños desesperados.

  Delirante aquella noche, de cualquier día, de cualquier mes, de cualquier año, que aunque a fuego tatuada en mi mente… ¡jamás la he recordado!




Nadavepo.
 





viernes, 8 de enero de 2016

Tú y mi corazón















  Quédate mi cerebro, bébete mi sangre, sácame las entrañas o momifícame… pero te ruego, me dejes el corazón.

  Para seguir amándote, para seguir recordándote… para en fin, poder seguir con un halo de vida junto a ti.

  Descuartiza  mi alma, trocea mis sentimientos o pulveriza mi sombra… pero por favor, déjame solo un pensamiento hacia ti.

  Hazme llorar, abrásame con tus palabras o miénteme… pero te suplico, permíteme beber de tu belleza cuando tenga sed.

  Amordaza mis ideas, desluce mi vida o aja mi piel. Pero cuando casi nada de mi quede en pie…

   Haz un acto de misericordia… ¡y dame un beso por última vez! 





Nadavepo. 




Brisa