Te vi en la otra orilla, mis emociones se desbordaron como charco pisado
por mis pies.
No esperé ni una milésima de segundo, para intentar construir ese puente
que me llevara hasta a ti.
Pero como ni idea tenia de un puente poder construir, como ácido vertido
sobre mi cuerpo, mi deseo empezó a corroerse, aunque te tuviera allí
enfrente.
Desesperado, triste y angustiado le pregunté a alguien que pasaba por
allí:
― Señor, ¿podría decirme por favor cómo
puedo construir un puente que me ayude a sortear la corriente y pasar a la otra
orilla, para estar junto a la dama que más brilla?
― Pues te diré que complicado lo
tienes, pues para saber construir tendrás que acudir a una facultad, donde en
cinco años aprenderás a montar tu puente.
― En cinco años, mi corazón se habrá
marchitado si no estoy a su lado, y entonces habré perdido lo más lindo que en
este mundo encontré.
Como no disponía de ese tiempo, volví a preguntar a otro señor que por
allí pasaba:
― Por favor señor, ¿conoce usted algún
método para que yo pueda construir un puente y a la otra orilla pueda llegar? De
ello depende mi vida, por eso sin demora debo pasar.
― Te diré que has tenido suerte, soy
albañil y si unas monedas me das, en seis meses tendrás ese puente por donde
puedas pasar.
Lo siento señor, pero no dispongo de ese tiempo, la agonía me mataría y
sin ella moriría antes de llegar al final.
Volví a intentarlo de nuevo, preguntándole a un rudo caballero:
― Caballero, ¿tiene alguna forma de
construir un puente que me libre de esa corriente, para poder cruzar dónde
está mi felicidad?
― Pues casualmente soy leñador, y por un módico precio, en dos días tendrías
tu maravilloso puente, para sortear la corriente y llegar a la otra orilla.
No dispongo ni tan siquiera de ese tiempo apreciado caballero, piense
que en dos días la luz se apagaría y yo ciego quedaría. De todas maneras le
agradezco su intención.
Ante tantas emociones y un flechazo
de amor tan grande, no podía rendirme sin pelear hasta mi último aliento; así
que seguí luchando y a todo el que pasaba le iba preguntando. Nadie me daba una
solución, por lo que mi corazón iba palideciendo a cada segundo que iba
perdiendo.
Pensé tirarme al río para cruzarlo a nado, prefería que la tremenda
corriente acabara con mi existencia, porque sin ella no tendría sentido mi
vida.
Justo cuando estaba a punto de arrojarme al agua, paso un sabio chino
que sin titubear me dijo:
― No hagas eso hijo, que en el intento
habrás perdido lo que más hubieras deseado, pasar junto a ella toda la vida
abrazados.
― Entonces buen señor, ¿dígame qué
hago?
― Aunque dicen que el amor te da alas,
sabemos que eso no es verdad, el amor te da alas emocionales pero no reales,
así que yo te propongo una idea, dime si has oído hablar del “Origami”
― No señor, jamás escuche hablar de
él.
― Pues es un arte antiquísimo, que se
practica en mi país desde tiempos inmemoriales, yo soy un sabio de esa materia
y te puedo ayudar. Por favor, corre y tráeme dos pliegos de papel del tamaño de
una ventana cada uno.
Corrí todo lo que pude y conseguí el papel para el sabio, éste muy
tranquilo y pausado, me fue indicando todos los dobleces que tenía que realizar en
el papel, para el sabio cada pliegue tenía un sentido emocional que me iba
explicando mientras yo no paraba de trabajar.
Cuando por fin acabe de hacer todos los pliegues en el papel, siguiendo
las instrucciones del sabio; no me lo podía creer, tenía ¡dos hermosas alas
hechas de papel!, que con mucho cariño él
en mi espalda ayudo a poner.
Ilusionado aleteé un poquito y dos palmos me elevé, cuando de nuevo en
el suelo me pose, el sabio un consejo me dio:
― Eleva tu vuelo, y cruza el río para
estar junto a ella. Pero recuerda que sólo son unas alas de papel, cuando
llegues a ella se estropearan y ya no podrás volver, así que te ruego que lo
que vayas a hacer lo piense muy bien. Es
mejor el pensamiento que el arrepentimiento… para no dañar a cuantos corazones
puedas llegar, con unas alas de papel.
Alejandro Maginot