miércoles, 17 de marzo de 2021

El Puente

 






   Te vi en la otra orilla, mis emociones se desbordaron como charco pisado por mis pies.

   No esperé ni una milésima de segundo, para intentar construir ese puente que me llevara hasta a ti.

   Pero como ni idea tenia de un puente poder construir, como ácido vertido sobre mi cuerpo, mi deseo empezó a corroerse, aunque te tuviera allí enfrente. 

    Desesperado, triste y angustiado le pregunté a alguien que pasaba por allí:

 ― Señor, ¿podría decirme por favor cómo puedo construir un puente que me ayude a sortear la corriente y pasar a la otra orilla, para estar junto a la dama que más brilla?  

 ― Pues te diré que complicado lo tienes, pues para saber construir tendrás que acudir a una facultad, donde en cinco años aprenderás a montar tu puente.

 ― En cinco años, mi corazón se habrá marchitado si no estoy a su lado, y entonces habré perdido lo más lindo que en este mundo encontré.

   Como no disponía de ese tiempo, volví a preguntar a otro señor que por allí pasaba:

 ― Por favor señor, ¿conoce usted algún método para que yo pueda construir un puente y a la otra orilla pueda llegar? De ello depende mi vida, por eso sin demora debo pasar.

 ― Te diré que has tenido suerte, soy albañil y si unas monedas me das, en seis meses tendrás ese puente por donde puedas pasar.

   Lo siento señor, pero no dispongo de ese tiempo, la agonía me mataría y sin ella moriría antes de llegar al final.

   Volví a intentarlo de nuevo, preguntándole a un rudo caballero:

 ― Caballero, ¿tiene alguna forma de construir un puente que me libre de esa corriente, para poder cruzar dónde está mi felicidad?

 ― Pues casualmente soy leñador,  y por un módico precio, en dos días tendrías tu maravilloso puente, para sortear la corriente y llegar a la otra orilla.

   No dispongo ni tan siquiera de ese tiempo apreciado caballero, piense que en dos días la luz se apagaría y yo ciego quedaría. De todas maneras le agradezco su intención.

    Ante tantas emociones y  un flechazo de amor tan grande, no podía rendirme sin pelear hasta mi último aliento; así que seguí luchando y a todo el que pasaba le iba preguntando. Nadie me daba una solución, por lo que mi corazón iba palideciendo a cada segundo que iba perdiendo.

   Pensé tirarme al río para cruzarlo a nado, prefería que la tremenda corriente acabara con mi existencia, porque sin ella no tendría sentido mi vida.

   Justo cuando estaba a punto de arrojarme al agua, paso un sabio chino que sin titubear me dijo:

 ― No hagas eso hijo, que en el intento habrás perdido lo que más hubieras deseado, pasar junto a ella toda la vida abrazados.

 ― Entonces buen señor, ¿dígame qué hago?

 ― Aunque dicen que el amor te da alas, sabemos que eso no es verdad, el amor te da alas emocionales pero no reales, así que yo te propongo una idea, dime si has oído hablar del “Origami”

 ― No señor, jamás escuche hablar de él.

 ― Pues es un arte antiquísimo, que se practica en mi país desde tiempos inmemoriales, yo soy un sabio de esa materia y te puedo ayudar. Por favor, corre y tráeme dos pliegos de papel del tamaño de una ventana cada uno.

   Corrí todo lo que pude y conseguí el papel para el sabio, éste muy tranquilo y pausado, me fue indicando todos los dobleces que tenía que realizar en el papel, para el sabio cada pliegue tenía un sentido emocional que me iba explicando mientras yo no paraba de trabajar.

   Cuando por fin acabe de hacer todos los pliegues en el papel, siguiendo las instrucciones del sabio; no me lo podía creer, tenía ¡dos hermosas alas hechas de papel!,  que con mucho cariño él en mi espalda ayudo a poner.

   Ilusionado aleteé un poquito y dos palmos me elevé, cuando de nuevo en el suelo me pose, el sabio un consejo me dio:

 ― Eleva tu vuelo, y cruza el río para estar junto a ella. Pero recuerda que sólo son unas alas de papel, cuando llegues a ella se estropearan y ya no podrás volver, así que te ruego que lo que vayas a hacer lo piense muy bien.  Es mejor el pensamiento que el arrepentimiento… para no dañar a cuantos corazones puedas llegar, con unas alas de papel.

 

 Alejandro Maginot

 

Brisa