Juego
con las palabras, y no puedo decir porque la tormenta está sobre mí.
Nubes que descargan la lluvia en forma de
aguacero, mojándome el pelo, calándome la ropa y deslizándose entre mis botas.
Naturaleza verde y gris, que lustráis en
brillo cuando el agua os acaricia, sin prisa pero sin pausa.
Cobijos cálidos de animales, protegidos en
sus madrigueras mientras esperan, la salida del cálido sol.
Capullos de algodón, que dejan que el
torrencial descuelgue sus hebras blancas, como cataratas creadas por un sólo
Dios.
Yo ando entre todas las formas, mientras los
chasquidos de mis botas desentonan, entre tan lindo rumor.
Gotas de cristal sobre mis pestañas, ejército
de figuras geométricas que recorren mi
cara… darme un indicio de porqué yo estoy aquí, decirme porqué he de morir,
confesarme quien es el que tiene ese
poder sobre mí.
Y si mudas quedáis, y si por protocolo no lo
podéis decir… quiero pediros un pequeño favor, decidle a quien está detrás de
todo esto, que si he de subir al cielo o bajar al infierno…
Ruego me ponga como ascensor, unas cataratas
blancas, forjadas con cristales de lluvia y hebras de algodón.
Nadavepo.