martes, 27 de marzo de 2018

Sin Puerta













  Bramé, suspiré, clamé bajo tu ventana… en una morada sin puerta, sin acceso, sin ninguna tipo de entrada.

  Ni escala, ni cuerda, ni escalera que fuese lo suficientemente larga… que me posicionará junto a tí, en tu ventana.

  No te puedo pedir que saltes, pues desde esa altura te matas… que si tu desapareces, desaparece la aurora de cada mañana.

  Como brota de la pared, hiedra de poca escala… que daría yo porque entre sus hojas, me llevase hasta tu regazo en una levantada.

  Alcé la voz, grité, chillé y mis lamentos no te llegaban… ¿qué más puedo hacer, si mi aliento ni tan siquiera dejaba vaho, en el cristal de tu ventana?.

  Reflejo en el cristal, de un rayo de sol, o quizás es el reflejo de tu mirada… ojalá sean tus ojos los que miran a través de esa ventana.

  Todo lo he intentado, todo, ya no me queda nada… sólo la esperanza de quedar plantado, como manzano bajo tu ventana.

  Fruto verde, fruto maduro, si no lo recoges ya sabes de donde no pasa… por eso yo quiero ser el árbol, y no el fruto que en el suelo acaba.

  Que lástima que vivas, al borde de una ventana… en una casa que no tiene puerta, sólo una larga e interminable pared blanca.
 


Nadavepo





lunes, 5 de marzo de 2018

Cuanto pesa el amor













  Me desperté queriendo ser alquimista, quería encontrar la piedra filosofal. Sólo tenía en mente una sola cosa, descubrir si el cariño se podía medir, o tal vez pesar, o si era solido o gaseoso, también pensé en descubrir el espacio que podía ocupar.

 Anduve haciendo multiplicaciones, divisiones, reste, sume, incluso utilice ecuaciones, pero nada me llevaba a un resultado satisfactorio, pronto descubrí que  ninguna fórmula química o física, me llevaba a poder darle algún valor demostrable al amor.

  Desistí, abandone el estudio, me puse la mochila y me lance al mundo en busca de una respuesta. La primera parada fue París, había leído tanto sobre el amor en esta ciudad, que pensé descubrir el secreto nada más llegar, decepcionado quede al deambular por sus calles y descubrir una ciudad como la mía, gente que andaba pensando en sus problemas, niños buscando el colegio donde se harían mayores, ancianos solitarios en un desierto de asfalto, el único relumbró de amor que vi, fue una señora dándole limosna a un mendigo.

  Mi segundo destino, y nuevamente guiado por la literatura estuvo en Venecia. Tampoco en esta hermosa ciudad encontré los valores del amor, lo más cerca que estuve de ello, fue ver una pareja besándose en algún turístico rincón, o unos jubilados dándose la mano en una góndola.

  A partir de este segundo viaje, abandone las ciudades sin darle credibilidad a tantos libros escritos sobre el amor, así que me dirigí a su búsqueda en los picos más altos del mundo, pensaba que el amor estaría  cerca de las nubes rozando el cielo, donde se supones está el amor verdadero, el amor de Jesucristo.  Nada, ni rastro, solo encontré nieve, frío y paisajes tremendamente bellos.

  Hastiado de mí fracaso, y después de diez años recorriendo mundo, sin saber cómo ni porque, acabe en un pueblo de Etiopía llamado Borana. Bajo una acacia, y amparándose en su sombra, había unas improvisadas tiendas formando lo que parecía un hospital de campaña. Cuando fui acercándome, descubrí algunas personas con batas blancas, atendiendo a una serie de pacientes, entre los que había muchos niños, con enfermedades difíciles de imaginar en occidente.

  Cuando hube arribado a una de las tiendas, una chica con bata blanca salpicada de sangre, con mascarilla y gafas de protección, me dijo en un tono de celeridad.

O te pones un equipo de protección y nos ayudas, o te largas de aquí.

  Quede alucinado al ver tanto dolor allí metido, así que sin titubear me puse el vestuario pertinente y seguí a aquella mujer.

¿Tienes alguna experiencia en técnicas sanitarias? Me pregunto sin parar de moverse.

Estuve en salvamento marítimo, durante catorce meses. Le respondí, casi sin saber si me escuchaba.

Con eso será suficiente, coge una vía de ese estante y vente tras de mí.

  Vi que me escuchaba, incluso escribiendo como estaba sobre la tablilla de un paciente.

  Aquella jornada fue agotadora, estuvimos sin parar hasta casi el ocaso, cuando nos relevaron otros voluntarios sanitarios. Cuando nos despojamos del equipo de protección y mientras nos lavábamos las manos. Ella por primera vez, me miro a la cara diciéndome.

Me llamo Angie.

Yo Alex, encantado de conocerte. Respondí, sacudido por una incertidumbre devastadora, no acertaba a pensar, que hacia una chica tan linda en aquel difícil lugar.

¡Gracias por tu ayuda! Dijo ya en tono más sosegado.

Ha sido un honor poder ayudaros. Un verdadero honor, pensé por dentro, pues nunca creí poder haberme metido entre tanta enfermedad y desolación, uno no sabe hasta dónde puede llegar, hasta que no se encuentra en el infierno de Dante.

¿Te apetece una cerveza? Dijo sonriendo.

  Por supuesto que acepte aquella cerveza, que tomamos en algo que llamaban cantum, para ellos algo parecido a un bar, pero que para mí era una chabola difícil de describir. Fue allí donde empecé a conocer a aquella sorprendente chica, que lo dejo todo por un pedazo de humanidad.

 Día tras día estuve ayudando a aquellos Ángeles de tierras áridas y crueles. No me importaba hacer aquellas jornadas agotadoras, ya no solo por la ayuda humanitaria que prestaba,  era y aunque suene algo egoísta  Angie la que me retenía allí, mi corazón latía de forma diferente desde la primera palabra que cruzo conmigo.

  Los descansos que teníamos, los dedicábamos a dar largos paseos, pues pocas cosas se podían hacer en una zona tan desértica. En uno de aquellos paseos me comento.

¿Sabes porque estoy aquí?

Algo puedo intuir, pero no del todo. Le respondí.

Pues estoy aquí, porque estaba asqueada de la ciudad, de mi trabajo, de la sociedad de consumo. Necesitaba hacer otra cosa, estaba cansada de estar en unas urgencias de un consultorio de barrio, donde solo atendías a personas con resfriados y poco más. Un amigo me hablo de la necesidad de hacer algo por los demás, pero algo realmente importante, como enfrentarte y luchar contra la muerte en estos míseros y decrépitos países. Así que este es mi cuarto destino, por pueblos de África, y si te digo la verdad, nunca me he sentido tan realizada como en estos cuatro años de voluntariado. ¡Pero bueno! yo no paro de hablar, y tú nunca me has contado que motivos te han traído hasta estos lares, así que cuéntame.

  Estando en esto, ella quiso apartar una rama de acacia que caía sobre el sendero, cuando…

¡Ay! joder vaya pinchazo que me he pegado.

  Angie, se había pinchado con una púa de aquel demacrado árbol, su dedo empezó a sangrar. Yo en un acto reflejo, le cogí la mano y empecé a succionar la sangre con mis labios, cuando se hubo cortado un poco el sangrado, me levanto la cabeza y con mis labios aún llenos de su sangre me beso. Fue un beso largo y prolongado, pero no tan prolongado como hubiese sido mi deseo, alargarlo una eternidad.

Bueno, ya paso todo. Ahora no tienes excusa para contarme porque estás aquí. Me replico con una sonrisa celestial.

  En esta situación, yo trataba de encontrar el motivo que me llevo hasta allí, pues había perdido el norte ya hace tiempo. Por lo que tuve que rememorar para poder contestarle.  

  Fue algo parecido a tu historia lo que me trajo hasta aquí, La única diferencia con respecto a ti, es que yo no buscaba un pedazo de humanidad. En un principio, yo no pensaba salir de Sevilla, sólo quería mediante estudio averiguar si el amor tiene algún valor predeterminado, me refiero a si se podría medir con números, si tenía capacidad concreta, si algunas personas tenían su escala del amor más alta que otras. Me tire estudiándolo mucho tiempo, pero desazonado por no encontrar respuesta alguna, me dedique a viajar por todo el mundo, con la idea de poder encontrar su barómetro o algo que me indicara el valor del cariño. Así, que después de mucho viajar y sin hallar ninguna respuesta, abandone mi empecinamiento y el azar me trajo hasta aquí.

Volvamos rápido, se acerca una tormenta. Dijo Angie, dejándome con la palabra en la boca.

  Fue una carrera larga, hasta llegar al barracón donde nos hospedábamos. Cuál fue mi sorpresa al entrar, encontré a todos aquellos que ya después de un año y medio eran mis amigos, esperándome con una mesa improvisada llena de refrescos, cervezas y algo de picar.

¡Felicidadessss! Gritaron todos al unísono dándome un sonoro aplauso.

  Ellos habían recordado lo que a mí se me había olvidado, mi cumpleaños. Pero estoy seguro, que todo había sido orquestado por Angie para darme una sorpresa. Aunque lo mejor de esa improvisada fiesta, fue el regalo compartido que me hicieron todos mis amigos, una corona hecha del único arbusto de hojas verdes parecido al laurel que había cerca de nuestra zona, aunque tuvieron que hacer algunos kilómetros para encontrarlo, fue todo un detalle por parte de aquellas personas tan especiales. Fue uno de los mejores días que pase en Borana.

  Seguían pasando los días, la monotonía sólo se rompía con el trabajo que realizábamos en el hospital. Esa mañana Angie trabajaba, yo estaba libre y ayudaba a un nativo a cubrir la techumbre de su cabaña, cuando de repente Rodrigo me grito.

¡Alexxx! correo, tienes una carta de tu madre.

  Salte del andamio sin reparar en la altura, dos años sin saber de ella de mi familia, estaba loco de contento.

Gracias Rodrigo, que alegría me has dado.

Ya te digo Alex, dímelo a mí cuando recibo correo. Bueno te dejo tranquilo que puedas leer.

Gracias otra vez Rodrigo, ah y dile a Jorge que luego lo relevo yo.

Eso está hecho, hasta luego.

Chao amigo.

  Que maravilloso fue leer el nombre de mi madre en el sobre, la dirección de su casa y mi añorada Sevilla. Tembloroso por la emoción, casi  no atinaba a abrir el sobre, cuando al fin pude desplegar el folio para leerlo, quede marcado por el azul de la tinta allí esparcida, nada más y nada menos que por mi madre…

  Querido hijo, espero que a la llegada de esta carta te encuentres bien. Sólo quiero decirte que te extraño en demasía, que tu habitación sigue esperándote tal y como la dejaste. Por aquí todo sigue igual, la única noticia importante que puedo darte, es que tu prima Noelia ha tenido un niño, es precioso no sabes lo que se parece a tu añorado tío. Tu hermano está bien, la empresa le va genial, ahora se ha comprado un apartamento en Marbella, para disfrutar allí con tus sobrinos y su mujer. No veas la de veces que me pregunta por ti, dice que no le escribes, quiere saber de ti, aunque yo lo tengo informado de todo lo que haces.

  No sabes amor mío, cuanto bien me hace leer tus cartas, las leo y releo una y otra vez, con ellas viajo a tu lado. Gracias cariño por tenerme siempre presente, por hacerme reír con tus ocurrencias, eres el único que me arranca una sonrisa desde que murió tu padre. Bueno no quiero ponerte triste, ese no es mi cometido, bien sabes que yo siempre te he apoyado en tus para mi locuras, sabes que seguiré apoyándote siempre, aunque no comprenda muchas de las cosas que te mueven a no parar cerca de nosotros, pero tus motivos tendrás, ya sabes que mi felicidad es la tuya, es lo único que me importa en este mundo, verte feliz. Así que espero pronto noticias tuyas.

  Pd. No sé cuándo recibirás esta carta, pues ya sabemos en los lugares tan remotos que te pierdes. Pero deseo con toda mi alma que llegue para el día de tu cumpleaños, así que en estas letras te envío todo mi amor y te deseo un feliz cumpleaños. Cuídate muchísimo hijo. Besos infinitos.

  Al final de esos trazos en azul, quedo el perfume de mi madre. Unas lágrimas furtivas recorrieron mis mejillas, quede muy sensible durante un largo rato, refugiado debajo de una gigantesca roca, donde me perdía incluso de Angie cuando buscaba soledad y algo de concentración para meditar. Cuando me hube calmado de la emoción, mire el reloj, habían pasado más de dos horas, perdí la noción del tiempo sin darme cuenta. Así que cuando entre en cordura, salí corriendo, Angie habría acabado su turno y me estaría esperando.

   Bajaba hacia los barracones ya atardeciendo, de pronto empezó una tormenta seca, solo truenos y rayos. Cada rayo iluminaba el sendero, haciéndome estar entre la luz y la oscuridad. No sé si fue ese contraste de luces y sombras lo que me ilumino, o fue un lapsus de mi memoria, pero por fin había descubierto lo que tantos años había buscado.

¡Aleluyaaaaaaaa! Gritaba mientras corría en busca de mi amada.

  Llegue jadeante, incluso asuste a Angie que aterrorizada me pregunto.

¿Qué te pasa? ¿Qué ha ocurrido? Respóndeme Alex.

Joder, espera que recupere el aliento. Le dije con la voz entrecortada.

Pero es algo grave, dime al menos eso. Dijo desencajada.
  Respire hondo y recobre el aliento.

No amor, al contrario. Por fin he descubierto lo que buscaba.

¿Pero qué buscabas? Replico sin comprender aquella euforia que me embargaba.

Escúchame atenta, te lo contare todo. Te acuerdas cuando me preguntaste, que motivos me habían llevado hasta aquí.

Si, me acuerdo, pero porque ahora, no dices que habidas abandonado la búsqueda.

Si, es verdad, pero no te parece increíble que haya encontrado una respuesta, ha sido un flash impresionante, lo he descubierto, he encontrado mi piedra filosofal.

¿Tu piedra filosofal? Dijo ella, cada vez más asombrada.

No te das cuenta Angie, tu eres mi piedra filosofal. Tú me has llevado al descubrimiento de mi interminable búsqueda, ya sé que el amor es imposible medirlo, que no tiene capacidad ni volumen, que no tiene baremo, por fin he descubierto que el amor no se mide, se distingue por su color.

¿Qué se distingue por su color? Pregunto Angie cada vez más extrañada.

Si color, el amor está en una escala de colores cariño. Nuestro amor es de color rojo, como nuestro corazón y el de tu sangre fundida en mis labios por un beso tuyo.

  El verde, es el color del cariño de la amistad. Recuerda el verde de las hojas de la corona que me regalaron nuestros amigos para mi cumpleaños.

  El blanco, es el amor a tus semejantes, el amor a ese pedacito de humanidad que te trajo hasta aquí, recuerda siempre que donde veas una bata blanca, descubrirás el color del amor a la humanidad.

  Y hoy al leer la carta de mi madre, he descubierto que el amor de ella hacia mí es azul, como la tinta con la que plasma esas letras que me llenan de tanta  felicidad.

  Así sucesivamente, yo he descubierto cuatro tipos de amor englobados en cuatro colores, pero seguro que hay infinitas graduaciones.

¡Que! Exclamo ella.

  Me miro asombrada, casi embobada, estuvo algunos segundos sin reaccionar, pero cuando despertó del lapsus me alentó diciéndome.

¡Oleee! Me demuestras a diario que estás loco, pero es mi bendita locura. Te quiero y siempre te querré, serás mi loco adorable por siempre.

  Seguidamente me beso apretándome hacia ella, ahí quede perdido, en el limbo del amor para toda una eternidad.



Nadavepo.






Brisa