Tu barco

Y fui tu barco.

Y te acompañe a cruzar todos los mares.

Y te ayude a navegar ante las más fieras tempestades.

Y te protegí de los rumbos desconocidos y de las nieblas arrogantes.

Y cuide que no te faltaran remos ni velas que te empujasen.

Y deje que me gobernases, aun sabiendo que me llevabas hacia las rocas para que me estrellase.

Pero no me importo… ¡te quise tanto! Que me dio igual que por la catarata me tirases.

Nadavepo.

Mi pollito

Mi pollito amarillo, mi pollito de la infancia.

Me hiciste entender, que a las mascotas hay que cuidarlas.

Que aunque yo era muy tierno, tú a eso me ganabas.

Te cuide como se cuida a la cosa más preciada.

Pero me duraste poco, como dura la inocencia maltratada.

Aún recuerdo tu piar cuando me necesitabas.

Y ahora que soy mayor, ahora recuerdo lo que me enseñabas.

A cuidar de los débiles y a hacerme fuerte para el mañana.

Nadavepo.

Naranja

Eres mi heroína, y tan diferente a las demás que te rodeas del color naranja.

Y como el interior de la corteza de este fruto, la pulpa de tu alma es blanca.

Y tu corazón lo repartes entre los que quieres, como si fueran gajos de esa naranja.

Besar tus labios, es como tomar el zumo de este fruto por la mañana.

Y acariciar tu cuerpo con mis manos, es acariciar el terciopelo de la naranja.

Tus cabellos al viento, lo impregnan todo de olor a azahar.

Por eso yo a ti te quiero, porque eres de color naranja.

Nadavepo.

La pluma

Y tu mi fiel y elegante amiga.

Que me regalas tu pluma, para que un poema te escriba.

Eres del color de los Ángeles, “blancos”

Como las nubes y la nieve cristalina.

Por eso son muy pocos los que te ven.

Solo los de alma pura y limpia.

Te miro a los ojos, y veo la paz divina.

Y tus garras me encantan, porque atrapan al mal que nos espera tras la esquina.

Por eso te digo mi querida amiga.

Gracias por dejarme esa pluma, esa que al mojarla en tinta me inspira.

A escribir un pequeño poema, que no tiene valor si no hay ojos que lo admiran.

Nadavepo.

La marea

Ni un ápice de calor en tu mirada.

De rastro gélido, como el glacial que va a la deriva.

De labios rojos, como la manzana que mato a la princesa.

De expresión desafiante y de arrogantes maneras.

Y yo naufrague en el verde de tus ojos, y me hundí en sus turbias mareas.

Y me ahogue en tu corazón, que esta forjado de cristales de piedra.

Nadavepo.

Te observaba

Te observaba, mientras en el arroyo tus pies refrescabas.

Y con las gotas de agua, la media luna dibujabas.

…Y yo alucinaba.

Y con tu expresión pensativa, a las libélulas contemplabas.

…Y yo flipaba.

Y entre tus delicadas manos, un violín imaginario portabas.

...Y yo anonadado me quedaba.

Y te percataste de mi presencia, y no te sorprendiste ya me esperaras.

…Y yo mudo me quedaba.

Y una leve sonrisa de tus labios asomaba, mientras el marfil de tus dientes destellaba.

…Y yo me desmoronaba.

¡Qué fácil fue, enamorarse de la chica que se refrescaba los pies en las cristalinas aguas!

Nadavepo.

Felino

Elegante, como ningún otro en el reino animal.

De estética bella y singular.

De agilidad asombrosa y camuflaje especial.

Y sin embargo cuando en un arroyo, tu cuerpo ves reflejar.

No te pasa como al ser humano, que al mirarse en un espejo muere de vanidad.

Nadavepo.

Verde

Verdes son tus ojos, como el verde de la dehesa.

Verdes son tus labios, como el tallo de la azucena.

Verde es tu aliento, que huele a hierba buena.

Verde es tu paladar, que sabe a mente y canela.

Verde, yo a ti te quiero verde.

Nadavepo.  

No me cambies

Eran las nueve de la mañana y yo paseaba por la estruendosa ciudad.

Solo una tenue y fina lluvia, hacían un día diferente de otro día más.

Y en mi cabeza solo tú y tus labios de cristal.

Y yo me preguntaba……………………

¿Por qué me cambio por oro cuando yo le ofrecía el más bello cristal?

Nadavepo.

Atada

Tú no puedes vivir con las manos atadas.

Tú no debes soportar ser maltratada.

Tú no debes tolerar, que tu pareja te eche veneno a la cara.

Tú no debes permitir cardenales en tu alma.

Tú eres la heroína del cuento, que con su puñal sus ligaduras desata.

Para afrontar el futuro, con libertad y esperanza.

Nadavepo.

Mi otoño

Y llego el otoño, con su tierra húmeda y sus hojas amarillentas.

Y tú estabas allí, para darle color a la hierba seca.

Y tus ojos eran el sol y tus dientes la luna llena.

Y contigo subían y bajaban las mareas.

Nadavepo.

Mariposas

Mil mariposas rojas salen por tu boca, cuando te expresas.

Que hablan por ti de amor y de belleza.

Y de historias con final feliz.

Y de personas tiernas.

Y de mundos encantados, donde flotamos sobre la bondad y la pureza.

Nadavepo.

Tu cigarro

Y me encendiste.

Y me consumiste.

Y me apagaste………………. Como a un cigarro viejo.

¡Que iluso fui, enamorarme de una fumadora que cada día se fuma un cigarro nuevo!

Nadavepo.

Tus lagrimas

Aunque suene contradictorio, y yo no desee verte llorar.

Tu belleza cuando derramas lágrimas, es algo sobre natural.

De tus ojos emana un manantial, que nutre las aguas azules del mar.

Y  aunque las cataratas del Niagara con tus cristales puedas espumar.

O que tu llanto en los más bellos cuadros se pueda dibujar.

Yo te pido por favor………no llores jamás.

Nadavepo.

Con quien me quedo

De la familia que me toco, más de la mitad de ellos me sobra.

De los amigos que están a mi lado no me quejo, aunque solo a uno de ellos amor  le profeso.

De los colegas de la facultad, buenos recuerdos tengo.

De la época militar recuerdo mucha unidad, lógico nos teníamos que apoyar.

De los compañeros de trabajo, de estos no recuerdo ni un carajo.

De las mujeres de mi vida, amor respeto y alegría.

De los seres que acudirán a mi funeral, de ellos solo dos me querrán, la mujer que me ame y mi perro fiel y leal.

Nadavepo.

Mi verde brote

De un verde brote naciste, para que yo te amara.

De un brote verde partiste, para que yo te acompañara.

De unos verdes brotes, está creada tu bella cara.

Y  tus brotes verdes, alimentan mi cuerpo y alma.

Nadavepo.

Perdí la cabeza

  El cielo estaba de un azul tan profundo que cegaba mis ojos que miraban hacia arriba.

  Mi boca tenía un ligero sabor a sangre fresca y a la derecha de mi cuerpo, un señor encapuchado de negro me miraba fijamente.

  A lo lejos oía al gentío dar gritos y aplausos acaloradamente, pero la nebulosa de mi mente estaba en otro lado. En un jardín donde besaba los labios de un triste amor. 

  Y ahora me he dado cuenta de la cruda realidad, mi cabeza está en un cesto de mimbre.

Nadavepo.

Sudamos sangre

  Lo llamaban Juan el Temerario,  yo doy fe de su apodo, pues arroyo con su corcel y empuñando su espada a cinco escuderos armados, los cuales estaban a punto de dar cuenta de mi vida.

  El me subió a lomos de su caballo sacándome del  fragor de la batalla, yo estaba algo magullado y con algunas heridas. Él también tenía la cara ensangrentada, pero de sangre del enemigo.

 ¿Estas herido o sudas sangre como Jesús? Me pregunto.

 Sudo sangre por vos mi señor, le respondí.

Nadavepo.

Mi bufanda y mis guantes

  Era una mañana de nieve y escarchas, yo me dirigía hacia la facultad muy abrigado con mis guantes y mi bufanda. 

  Al doblar una esquina y en un viejo banco, estaba un anciano de dulce mirada, sus manos temblaban y su cuerpo tiritaba, fue ahí donde me di cuenta que no era mi bufanda ni mis guantes los que yo llevaba, eran de aquel señor desprotegido y mayor por lo que me los quite y se los di. 

  Ser solidario no tiene precio, pero si calidad.

Nadavepo.