Era una mañana de nieve y escarchas, yo me dirigía hacia la facultad muy abrigado con mis guantes y mi bufanda.
Al doblar una esquina y en un viejo banco, estaba un anciano de dulce mirada, sus manos temblaban y su cuerpo tiritaba, fue ahí donde me di cuenta que no era mi bufanda ni mis guantes los que yo llevaba, eran de aquel señor desprotegido y mayor por lo que me los quite y se los di.
Ser solidario no tiene precio, pero si calidad.
Nadavepo.
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