El me subió a lomos de su caballo sacándome del fragor de la batalla, yo estaba algo magullado y con algunas heridas. Él también tenía la cara ensangrentada, pero de sangre del enemigo.
¿Estas herido o sudas sangre como Jesús? Me pregunto.
Sudo sangre por vos mi señor, le respondí.
Nadavepo.
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