lunes, 21 de diciembre de 2020

El Más Bello Viaje

 






  Estábamos en una cena de amigos, cuando de repente surgió la conversación de los viajes hechos por cada uno de nosotros. Todos apostaban que el viaje más bonito había sido el suyo; yo, observaba callado mientras ellos tenían su batalla particular, intentando demostrar cuál había estado en el sitio más exótico, bonito y recóndito en la faz de la tierra. Mis colegas debatían mientras yo pensaba en mi viaje, el único y más bello viaje que había realizado en toda mi vida.

 

  Roberto se dio cuenta de mi silencio y de cómo me encontraba absorto en mitad de aquella algarabía; él llamo la atención de todos haciéndolos callar y les dijo:

 

― Esperar un momento, Alejandro lleva una hora sin hablar. ¿No os preguntáis cual ha sido su mejor viaje?

 

  Entonces Jaime soltó en un tono irónico, mientras miraba a los demás.

 

― ¡Eso es Alejandro! Cuéntanos ¿Cuál ha sido tu viaje más apasionante?

 

  Quedé un poco dubitativo, pues si lo contaba no sabía si me entenderían. Mis amigos viendo que tardaba en hablar, insistieron nuevamente:

 

― ¡Anda, no te hagas de rogar y cuéntanos!

 

  Después de unos segundos en silencio, decidí contarlo aún a consecuencia de no ser comprendido.

 

― Queridos amigos, mi viaje empezó  en los Jardines Colgantes de Babilonia, que se encontraban en su hermoso rostro, sus cabellos eran jazmines de seda dorados, que colgaban como enredaderas hasta sus definidos hombros, deslumbrando a todo ser que pasaba cerca de ella.

  Me pasee por su frente, que era el precioso pórtico de la Biblioteca de Alejandría, hasta llegar a sus perfiladas cejas, que era el más bello balcón, desde donde yo podía contemplar el mundo; bajé por su sien derecha que vibraba como el vuelo del colibrí aleteando sobre la rosa, hasta llegar a su preciosa oreja de forma elíptica y tan profunda como el Coliseo de Roma, allí me deleite oyendo su eco reverberante diciéndome te amo.

  Desde allí hasta su mejilla había sólo un soplo de distancia, me senté en ella y desde ahí contemplé el cristalino de sus ojos, que reflejaban la inmensidad del más hermoso cielo azul; me acomodé e hice noche bajo las estrellas que paseaban en la bondad de su mirada. Al día siguiente seguí mi camino hacia su nariz, de la cual hasta Nefertiti se hubiera sentido celosa; baje un poquito más hasta sus labios, que ya quisiera haberlos podido rozar el mismo Marco Antonio, seguro que se hubiera olvidado besar hasta los de Cleopatra. Desde su boca y hasta su hombro derecho, anduve rodeando todo su cuello, tan interminable como lo quiso ser la Torre de Babel; una vez en el me deslice por su estilado brazo hasta la punta de sus dedos, parecía que me deslizaba por las torres marmóreas del Taj Mahal.

   Luego volé hasta sus pechos, por donde escalé con la misma ilusión que el explorador que alcanzo por primera vez el Machu Picchu, coroné esa escalada con un beso en sus pezones, que endulzaron mi boca con el mismo frescor que lo hubiera hecho el agua de la Fontana de Trevi. De nuevo subí hasta su hombro, para dejarme caer por su espalda, recorriéndola como si recorriese la mismísima Muralla China, acabando en la comisura de su culo; allí alunice cual primer hombre que llegó a la luna y ahí casi acabo mi viaje, pues de allí no quería partir por nada del mundo.

  Días más tarde, fui rodeando sus caderas, a través de las dunas del Sahara hasta llegar al oasis de su ombligo, de nuevo hice noche en su acogedor refugio, para salir al día siguiente hacia una región inhóspita y quizás la que más placer me daría explorar. En una gota de su sudor me deslicé hasta su frondosa selva negra, toda de terciopelo, toda dulce a su roce, toda cálida a los sentidos, ¡casi me pierdo atravesándola! Tuve que acariciarla para abrirme camino hasta llegar a su Cañón del Colorado, para poder bajar hasta sus entrañas y poder saciar mi deseo más contundente, mi sed de el, mis ganas de parar el tiempo metido en él.

  Allí estuve refugiado, como el que se refugia en una confortable cabaña en una gélida noche de invierno; embriagado por su aroma, casi me olvido de seguir el viaje, como el náufrago Robinson no supe el tiempo que estuve allí , cuando pude salir de su embrujo, bajé hasta su ingle donde se encontraba la Ciudad de Petra, tomé aliento y continúe rumbo al templo de Artemisa, que se encontraba en los dedos de sus pies; tuve que prepararme concienzudamente para mi último descenso, bajar por sus interminables piernas, que era como bajar por el mármol puro y limpio de las esculturas de Miguel Ángel.

  Cuando por fin llegué a sus pies, miré hacia arriba contemplado al mismísimo Coloso de Rodas, deduciendo que jamás tendría la oportunidad de volver a hacer un viaje de esa magnitud, a través de las maravillas del viejo y nuevo mundo.

 

  Cuando acabé de relatar mi viaje, todos quedaron en silencio, un poco estupefactos, hasta que Jaime rompió el silencio diciendo:

 

― ¡Vaya cursilada!

 

  Yo sabía que no lo entenderían, pero me atreví a decir:

 

― Si ser cursi es atravesar la barrera del tiempo, amando, deseando y haciendo el amor en cualquier lugar del mundo donde salga el sol, os permito que me llaméis cursi, pero con seguridad que os moriréis y no habréis hecho vuestro más bello viaje.

 

 Alejandro Maginot

 

martes, 8 de diciembre de 2020

Una Ilusión







    Queridos  Reyes Magos:

 

   Sé que estáis enfadados con la humanidad, lo entiendo perfectamente, pues yo me siento igual de enfadado que vosotros.

 

  Sé que no soy perfecto, y poco me queda pediros este año, sólo os rogaría que le dierais un poco más de cordura a esos que se creen por encima del bien y del mal; porque yo pienso que, si por mi culpa muriesen mis abuelos,  padres o hermanos, con ellos como castigo, pediría  marcharme.

 

  Nunca llegue a pensar que la inaptitud de la mayoría, forjara la tristeza de una minoría.

 

  Encerrado me encuentro, desde que todo esto empezó;  y si por necesidad salgo, lo hago sin coartar la vida de los demás, pues me acorazo para dar paso a la libertad de otro que quizás estén  asesinando, creyendo que son más inocentes que nuestro niño… Jesús claro está.

 

  Amo sin querer amar, a esos seres que desprecian la vida de los demás; porque me educaron de esa forma tan especial, respeto siempre aunque al que tengas delante sea un patán.

 

    Y este año os pido un milagro, quizás muy difícil para que lo podáis hacer vosotros, pero si por encima tenéis a alguien que lo pueda hacer, os ruego que le digáis, que cambie a las buenas personas que cumplieron y están en la uci, por imbéciles que nos pusieron a todos en el filo de la navaja.

 

   Gracias por escucharme,  y ya  sé que el destino está echado,  pero sé que vosotros lo complementareis, salpicando más pronto que tarde este mundo de amor.  

 

   

Alejandro Maginot

 

 

miércoles, 28 de octubre de 2020

Elegancia Clásica

 








  Te bautizaron en una ciudad antaño fortificada, a la orilla de un río milenario que, por los árabes lleva su nombre dado.

 

  Que contradicción, ponerte el nombre del arcángel protector de la ciudad, ubicado sobre un pilar, en el centro de un puente romano.

 

  Eres mezcla de muchas culturas, belleza árabe en tus rasgos, firmeza gaélica en tu ser, elegancia clásica romana… aunque tu naciste en época cristiana.

 

  Naciste con alas, como el arcángel que te avala, porque sabes volar sobre las adversidades… con la belleza y serenidad, que emana del azul de los mares.  

 

  Te has enamorado de un hombre atento y caballeroso; robaste una manzana para que él pudiera comer,  pero se te ha perdonado.  Porque tu  fuerza radica en el amor, que le profesas a un Dios mundano… ojos de azabache, dientes nacarados,  la humanidad se pierde porque la estreches entre tus brazos.

 

  Rompeolas que quiebra la voluntad de los hombres, excusa para acariciar el viento, protesta para que no se pierdan los amores lejanos… brilla la luz en el centro del escenario, y la historia se escribe sin guion ni calendario, porque la pureza del amor; no es una pausa entre actos. 


  Piérdame como cualquier mortal, entre el bosque de tus encantos, ni Afrodita lo hubiera imaginado, que robarías una manzana… pero sin cometer pecado.

 

  Amárrame tiempo… no me dejes dejar atrás, la belleza que supera lo que ni Dios hubiera imaginado.

 

 

Alejandro Maginot




jueves, 24 de septiembre de 2020

Las sensaciones







 Cinco sensaciones recorren mi mente y piel, cuando tú me desbrozas como hoja de papel. De rodillas ante ti, pidiéndote como esclavo me des tu elixir, porque sin él no puedo vivir.

 

  ¿Cómo puede un ser humano, hacerse tan dependiente de una flor de oriente? que entre sus fauces mastica lo poco que tienes de tu vida, porque lo siguiente será anular mi mente y poseerme como la droga posee al pez que no tiene necesidad de beber.

 

  Algunos dicen que me arruinarías, yo al contrario digo que me das vida… porque no puedo digerir una vida sin tu sombra, un mundo sin ti. Párteme en mil pedazos, pues como cristal cada trozo reflejará tu encanto.

 

  Dime un nombre, me da igual que lleve sólo consonantes sin ninguna vocal, el timbre de tu voz bello lo hará. Recorreré tu garganta con un sigilo inusitado, que para cuando te des cuenta en tus entrañas me habré instalado.

 

  Roca del norte fría pero caliente, y tu roca del sur siempre tan diferente, que entre la gente nos camuflamos con el musgo que os envuelve. Tris tras no daré jamás la vuelta atrás, porque como ensalada tú me devoraras.


   

Alejandro Maginot



jueves, 16 de julio de 2020

La desolación de Rodrigo









  Pasaron años de dicha y fortuna, Paula y Rodrigo fueron enormemente  dichosos y felices, bienaventurados ellos que pudieron disfrutar de un amor mágico y de una preciosa singularidad. Pero como bien sabemos todos, el reloj del tiempo no se detiene, así que una fría mañana de invierno, Paula nos dejó. El hidalgo quedó desolado, en un segundo había perdido la magia del amor, la felicidad y hasta envejeció cien años más. Al atardecer sentado en la alameda, contempla el rio correr, mientras divaga hablando solo:




  Me llamo Rodrigo, que después de muchos años de felicidad, de un sólo hachazo, he quedado loco, asustado y desvalido.
  El señor y en contra de mi voluntad a Paula ha requerido, por lo que me ha dejado solo y tullido, pues caballero sin noble dama está perdido.
  Alondra que marca las doce, ruego a Dios que el ángelus de mi vida haya desaparecido… broma, capricho o destino, sin tí la vida no tiene sentido.
  Amor que, aunque fue duradero, ahora que me faltas, fugaz lo veo en el tiempo, pues fuiste mi mayor reloj de arena, donde las horas eran bálsamo para mis pensamientos.
  Amarte fue tan apasionante como desearte a cada instante, pues sin tí mi existencia hubiera sido un suplicio. Mi dama márcame el norte, dile a las flores que me indique el rumbo que he de seguir, para no perder el corazón en pro de la sinrazón.
  Pues yo ya he envejecido,  quedando sin tus manos donde agarrarme para que guíen mi destino, me siento sólo, decrépito y sumamente perdido.
  Amapola que en mi vientre te posaste, para que las mariposas crearan sus nidos, ahora que te pierdo mujer, ahora esas mariposas me han dejado  enloquecido.
  Mi señora, mi Dama, mi indeterminado adjetivo, quiero rezar, pero de ello me olvido, cuando el poderoso Dios, no quiere indicarme el camino.
  Te recé, y aunque te pedí y rogué, que me llevaras  con ella, tú me dijiste que me castigarías, si intentaba abandonar esta vida sin tu permiso.
  Paula, corazón mío, con toda la resignación del mundo, quedo aquí esperando mi destino, pero por favor te pido, deja de tus amapolas, esos pétalos de flor por el espacio esparcido,  para poder seguir tu estela y que al abrazarnos formemos un nuevo destino.


                                                 Alejandro Maginot


lunes, 13 de julio de 2020

El sueño de Rodrigo... El desenlace










  De repente, Rodrigo en una mezcla de locura y felicidad, abrazó a Paula rodando por la cama de una punta a otra, hasta que su cuerpo quedó sobre el de ella y mirándola fijamente a los ojos le dijo:

― Mi amada, como bien sabéis, no me gustan los lujos, mi vida ha sido siempre moderada y austera, no estoy acostumbrado a este mundo de etiquetas, no me gusta andar por la calle y que todo el mundo haga una reverencia a mi paso, quiero vivir en el anonimato. Esta noche he tenido un sueño, haré la mayor locura que puedo hacer por amor y libertad, así que os ruego os vistáis, que tenemos que llevar a cabo esta locura lo antes posible.

  Mientras ambos se vestían, ella le pregunto:

― ¿Y por donde empezara dicha locura? Mi amado señor.

― Pronto lo veras, baja a desayunar y di a los sirvientes que preparen la calesa más veloz que tengan, enseguida estaré contigo.
                                                  
  Rodrigo estaba subido en la calesa, ya había dado instrucciones previas al chófer indicándole el destino donde irían, sólo quedaba que Paula subiese al carruaje para partir.

― ¿Hacia dónde vamos mi señor? ¿Podría contármelo?

― Vamos hacia el cortijo Paula, haremos muchas cosas en el día de hoy.

  Llegados al cortijo, Rodrigo mando reunir a todos los jornaleros con su capataz al frente. Improvisó un pulpito en la zona de carga junto a su amada y se dispuso a dar un discurso:






 ― “Damas y caballeros, muchos de vosotros no me conocéis, sólo vuestro capataz Armando ha estado reunido conmigo en una ocasión, a la señora Paula la conocéis todos, pues ha sido administradora vuestra hasta hoy. Pues bien, yo Rodrigo, dueño y señor de todas estas tierras, quiero deciros, que desde este día os cedo la explotación de dichos terrenos, siempre que sea en consenso y el reparto sea equitativo entre todos vosotros, así que tendréis que organizaros y aprender a guiar vuestro propio destino. Dicho esto, me despido augurándoos un buen porvenir”.

  La gente aplaudió enfervorecida, hicieron un pasillo por donde pasó la pareja hacia el carruaje, los jornaleros estuvieron vitoreándolos hasta que se perdieron de vista.

― ¿Hacia dónde nos dirigimos ahora? Si es posible conocer el destino mi señor.

  Rodrigo eufórico y sonriente contestó a Paula:

― Vamos a la iglesia Paula.

― ¡A la iglesia!

  Respondió la dama desconcertada, imaginando cual sería la cuestión que llevaba a su amado a la iglesia.

  Una vez estuvieron en el santo edificio, el párroco Don Bartolomé, los recibió enseguida.

― ¿Qué deseáis hijos míos? Si os puedo ayudar en algo aquí me tenéis.

   Rodrigo se santiguó y soltó estas palabras:

― Pues claro que nos puede ayudar señor párroco, no sé si  sabe quién soy.

 Estando diciendo esto, el cura lo interrumpió:

― Pues claro que se quién eres hijo mío, en los pueblos las noticias vuelan,  veo que traes la grata compañía de Paula, feligresa de la parroquia además de ayudante de vuestro desgraciadamente fallecido tío abuelo.

― Pues entonces abreviaré, yendo al grano. Padre, la cuestión que me trae ante usted, es breve y simple, le cedo mi palacio para que en él puedan atender a enfermos, gente necesitada, niños huérfanos, quiero que haga usted un trabajo justo y equilibrado con todo aquel que necesite ayuda. Ahora, sólo le pondré una condición, los sirvientes de palacio han de conservar su trabajo, ayudando en estas cuestiones.

  El cura, bonachón y fiel creyente de las pautas que nos marcó nuestro Señor Jesucristo, rápidamente se abalanzó sobre Rodrigo, dándole un fuerte abrazo.

― Muchas gracias hijo mío, no sabes la necesidad que teníamos de un proyecto así en nuestra villa. No puedo más que bendecirlo por esto, es usted un santo señor Rodrigo.

  Despidiéronse  del párroco y continuaron su camino.






― Bueno mi amado, ¿qué más nos queda por hacer? Porque os veo frenético en vuestras decisiones.

― Pues ahora, queda lo más importante, espero que me sigáis en mis locuras, lo mismo que yo os seguiré a cualquier parte.  Pasaremos por el palacio, vos recogeréis lo imprescindible, y antes de la noche estaremos en la capital.

    Estando Paula recogiendo lo necesario para el viaje, Rodrigo dijo al chófer que quedaría en Carmona, trabajando al cargo de la parroquia, detalle que el conductor le agradeció, pues toda su familia y su vida estaba en la villa. Luego le pidió que por favor preparase dos caballos de refresco para enganchar a la calesa, pues el viaje aunque no muy largo, era tedioso para los animales por el calor de tierras Andaluzas.

  Emprendido ya el camino, Paula cogió a Rodrigo por el brazo y apoyando la cabeza en su hombro, le pregunto:

― Mi señor, mi amado. ¿Con cuál menester me sorprenderéis ahora? Rabio por saber vuestro próximo paso, o como vos lo llamáis, vuestra próxima locura.

― Lo próximo será fantástico Paula, esta noche dormiremos en la casona que poseemos en Triana, mañana os presentaré a mi mejor amigo Marcelo, pidiéndole el favor que ponga la casona de Triana a la venta; mientras nosotros nos mudamos a una casita entre el rio Guadalquivir y el poblado de San Juan de Aznalfarache. Esa será nuestra morada, la descubrí hace años enamorándome de ella, y cuando supe lo de la herencia, le roge al señor notario que la adquiriera para nosotros. Allí estaremos tranquilos, entre los árboles frutales y las alamedas del rio seremos sumamente felices. Concentraremos toda nuestra vida para amarnos.






  Y de esta forma sucedió, Rodrigo perdió la razón en pro del corazón, encontró lo que jamás busco, algo que él desconocía y que se llama amor.


                                                                                                       
                                                                                Alejandro Maginot


    Final de una historia, que aunque de tiempos modernos, quise trasladarla a época de Quevedo.





domingo, 12 de julio de 2020

Paula... Sexta parte










  Tras unos segundos de contemplación, decidió tocar la campana. De soslayo, vio el rostro de una hermosa dama asomarse a un gran ventanal, acto seguido, todo se tornó en un caos, Rodrigo oía carreras y movimientos extraños tras la puerta, estos ruidos lo tenían absorto. Tuvo que esperar cinco largos minutos, hasta que la puerta se abrió, y un señor totalmente uniformado le dijo:

― Bienvenido señor, pase por favor.

  Cuando Rodrigo entró al rellano del palacio, comprendió el jaleo que había oído tras la puerta. Se encontró en la inmensa instancia a unos dieciséis sirvientes, firmes y totalmente ordenados en fila, la bella dama que había visto por los cristales estaba posicionada delante de ellos, para recibirlo.

― ¡Buenas tardes señor!, espero que su viaje no le haya resultado cansado.

― Buenos tardes señora, el viaje se me ha hecho corto, observando los bellos paisajes que hay que recorrer hasta llegar a Carmona.

― Mi nombre es Paula mi señor, mi trabajo ha sido servir y gestionar todos los asuntos legales del señor Marqués. Ahora, y si vos lo considera conveniente, me pondré a su servicio en cualquier cuestión que usted necesite.

― Mi señora, considero que vos conoceréis todos los entresijos de las propiedades que acabo de heredar, además estará mucho más preparada que yo en cuestiones administrativas, por lo que no veo ningún inconveniente, en que siga usted realizando la misma labor.

― Agradecida quedo mi señor, ahora y si no está cansado del viaje, le puedo presentar al servicio y las estancias de vuestro palacio.






  Después de presentarle al servicio, ambos recorrieron la propiedad. El caballero la seguía, mientras la dama le mostraba estancia tras estancia, dándole explicaciones de todos los detalles. Pero Rodrigo se encontraba raro, no estaba poniendo atención a nada de lo que la dama le explicaba, es como que su corazón se había acelerado y no por el esfuerzo de subir escaleras, notaba que su corazón había subido de pulsaciones tras entrar en su cuerpo un sentimiento para él desconocido, que lo atraía fervientemente hacia la dama.

  Pasaron los días, luego los meses… y Rodrigo y Paula, pasaban prácticamente todo el día juntos, pues los asuntos a tratar les ocupaban la mayor parte del día. Rodrigo se sentía feliz, por los nuevos sentimientos encontrados, Paula como mujer, notaba que Rodrigo sentía algo por ella, sus detalles y comportamiento lo delataban, aunque ambos no se atrevían a dar el paso que los llevara a descubrir sus sentimientos.

   Era por las noches, cuando el caballero echaba más de menos a la dama, ya que, está acabado su trabajo, se dedicaba a sus quehaceres o se retiraba a sus aposentos. Como cada noche, Rodrigo cenaba en una mesa enorme, sólo algunos sirvientes lo atendían, pero él se sentía sólo, así que se armó de un valor muy diferente al que usaba en sus duelos y mando llamar a Paula.

― ¡Buenas noches! ¿Qué desea mi señor?

― Perdone que la moleste señora, pero me preguntaba si querría cenar usted conmigo, cómo ve la mesa es demasiado grande y aburrida.

  La dama sonrió, luego dijo al caballero.

― Mi señor, yo ceno más temprano que vos. Pero podría acompañarlo mientras usted cena.

― Sería un honor para mí que me acompañase, tómese un jerez y hablemos.

  El servicio se había retirado hace horas, era bien entrada la madrugada y la pareja seguía charlando, prácticamente se habían contado toda su vida. Estaban tan ensimismados que habían perdido la noción del tiempo, sólo quedaban un par de candelabros a punto de agotar sus velas, cuando Paula dijo al señor:






― Que hermoso es estar en penumbra, observando su rostro mi señor, me relaja observarlo y oír sus extraordinarias historias, el tiempo es un suspiro junto a vos, perdóneme por mi atrevimiento, pero tenía que decirlo.

―Si alguien ha de pedir perdón soy yo. Pues no he sabido llegar a usted, con la fuerza que mi corazón demanda, con vos siento sensaciones jamás sentidas junto a ninguna dama. Quizás ha llegado el momento de perder la razón en pos del corazón… y es justo lo que siento en este momento, un amor tan inmenso por vos, que pienso haber perdido todo tiempo del mundo, que ahora quiero recuperar en un segundo, declarándoos todo mi amor. Amor que quizás llevaba por dentro, pero que no ha tenido ningún sentido hasta que os he conocido, mi señora.

― Si vuestro amor es tan poderoso hacía mí, podemos consolidarlo mi señor, pues no hace falta convivir una eternidad, para saber en un segundo… que somos dos seres en uno. Y habiéndome hablado de su soledad en estas noches tan largas, yo Paula, me presto a que vos mi caballero, no pase ninguna noche más en soledad, pues mi compañía será nuestro reflejo inmóvil en un espejo de cristal.

  La pareja, viendo que tan sólo quedaba el final de una vela encendida, decidieron marchar… esta vez para un sólo aposento, el del caballero Rodrigo. Quedaron dormidos contemplándose, sin que hubiera más allá de unas caricias sobre sus rostros, y una de sus manos entrelazada.

  Cuando Rodrigo despertó, encontró a Paula mirándolo con una devoción inusitada, él sonrió con dulzura alargando su mano hasta alcanzar el cuello de la dama, tirando suavemente de ella hasta que sus labios se juntaron, fue todo tan sutil y maravilloso, que ambos se derretían en el gozo del amor verdadero.


                                                                                             Alejandro Maginot


                                            Continuará...




viernes, 10 de julio de 2020

La lealtad de la amistad... Quinta parte










― Por favor Rodrigo, relájate, vengo en son de paz. Sólo quiero hablar contigo si me lo permites. ¿Te importa si hablamos mientras tomamos una cerveza?

  Por la mente de Rodrigo, pasaron miles de imágenes de lo sucedido con Marcelo aquel fatídico día, pero Rodrigo no era hombre de guardar rencor y mucho menos odiar. Así que miro a Marcelo aflojando la mano del pomo de su espada y le dijo:

― Claro que no me importa, tomémonos esa cerveza y hablemos.
                                     
  Estando en la mesa de la taberna uno frente al otro, Marcelo tomo la palabra.

― Ante todo te doy las gracias Rodrigo, por no matarme aquel día, sé que pocos hombres han sobrevivido a tu espada, fuiste muy generoso conmigo, después del comportamiento tan abrupto que tuve contigo.

― Jamás te hubiera herido más allá del puñetazo que te di, para reducirte y que no hicieras daño a alguien o a ti mismo. Yo también quiero pedirte perdón por ese puñetazo, pero era lo único que podía detenerte de la ira que llevabas infundida en tu cuerpo.

― Te diré también Rodrigo, que después de varios meses de enfado, María por fin me contó la verdad de lo sucedido, he de pedirte perdón nuevamente por haber dudado de tu caballerosidad. Entiendo perfectamente que hubieras tomado a mi hermana como una amiga, pues ya sabemos los dos que es de conversación agradable y de compañía divertida.

― Te prometo Marcelo, que fue una buena amiga. Y por cara de tu padres hasta intenté enamorarme de ella, pero bien sabes que el corazón no se deja obligar, así que antes de perjudicar a tu familia y sobre todo a ella, decidí aclara las cosas contándole a vuestra hermana mis sentimientos,  ambos sabemos que María no se lo tomó muy bien, pero es totalmente comprensible, ella estaba enamorada, no captó que era una bonita amistad lo que nos unía. 

  También tengo que decirte algo, que me ha encargado María que te dijese. Te pide perdón por el comportamiento que tuvo hacia ti, además te da las gracias por lo que le dijiste el último día, que encontraría el amor verdadero con quien fundaría una familia. Y así ha sido, se ha casado con el Conde Luis Castro, escolta de su majestad, han tenido dos hijos y son sumamente felices.

― Pues... ¡me alegro enormemente Marcelo! ¡Es la mejor noticia que me podías dar en el día de hoy!

― Y por último Rodrigo, te he de pedir otra cosa, aunque lo mismo te resulta difícil concedérmela.

― Tú dirás Marcelo.

― Hemos sido buenos amigos, desde que nos separamos, he estado con esa preocupación guardada en mi corazón. No veía el momento para pedirte humildemente, que vuelvas a ser mi amigo, si lo tienes en consideración y no te perjudica.

― Pues claro que sí Marcelo, yo nunca dejé de pensar que eras mi mejor amigo, aún en la distancia he seguido sintiéndome unido a ti, rezaba porque llegara este día. Puedes dar por hecho que somos los mismos y que lo seremos para siempre, máxime ahora que estaré entre Carmona Y Sevilla.

  Los dos caballeros se despidieron, emplazándose para sucesivos encuentros, siempre que los quehaceres se lo permitieran.






  Rodrigo recordó las palabras del señor notario, advirtiéndole de la prisa en organizar los trabajos de sus nuevas tierras. El caballero busco a toda prisa, una diligencia que partiese hacia Carmona. En el trayecto del viaje, analizó el vuelco que había dado su vida y la responsabilidad que caía sobre sus hombros; aunque para relajarse, pensó que gobernar una hacienda no sería mucho más difícil, que cuando organizaba a sus hombres en el orden de combate, ante una situación adversa en plena batalla.

  Ya en Carmona, Rodrigo bajó de la diligencia y preguntó a un jornalero que pasaba con la yunta de sus mulas:

― Señor, ¿podría decirme, donde está el palacio del Marqués de Carmona? 

  El hombre le explicó minuciosamente, como llegar a dicho domicilio. Sin dilación, Rodrigo anduvo durante veinte minutos, hasta llegar a la cancela de tan lujoso palacio. Él no lo conocía, pues las pocas veces que vio a su tío abuelo, fue en el cortijo en su tierna infancia.

  Empujo la reja que se encontraba entornada, caminó hacia las escalinatas, todo ésto sorprendido por la magnitud de aquel edificio, cuando hubo subido las escalinatas, quedó prendado con la puerta de roble que coronaba dicho palacio.



                                                                                              Alejandro Maginot


                                           Continuará...




Brisa