Me enamoré, cuando todo en mí estaba quemado…
mi alma, mi cuerpo, mis manos.
Me enamoré, ya sin la esencia de la memoria…
en recuerdos pasados.
Me enamoré, cuando ya era tan frágil… como el
cristal de murano.
Y aunque me he enamorado en el ocaso de mi
vida, ya cansado, frágil y vulnerable… ¡soy tan feliz! Que estoy aterrorizado.
Tengo tanto, tanto miedo, a que se quiebre
este amor tan puro por nuestra edad… que lloro antes de verte al alba,
sollozando entre suspiros en el insomnio de la noche, suplicándole a Dios me deje a tu lado un
día más.
Sólo un día más, en el cual te pueda
expresar, por gestos, por miradas, por mimos… cual feliz me haces la vida,
simplemente dejándome arrodillarme ante tí, mi virgen María.
Y si por los designios de la vida, tú has de
marcharte antes que yo… yo respiraré por tí, hasta el último golpe de aliento
que mis pulmones den.
No quiero maldecir a la vida, solo tengo
agradecimiento hacia ella… por lo poco o mucho que me deje estar junto a tí.
Ahora siento algo de calor, me lo da tu
felicidad… dejaré de llorar y sonreiré, hasta que no quede un segundo, en los
albores de nuestro mar.
Nadavepo.