Me desperté cuando jamás lo hubiera deseado,
mi madre me apremia para ir al cole.
―Vamos
Alejandro que llegas tarde.
―Madre
hoy no me levanto, no quiero ir a la escuela.
―Que
estás diciendo mi niño, a santo de qué te quejas.
―Ayer
Pedro el del alcalde me llamo hijo de ramera.
Mi madre queda pensando en desprecios y
vergüenzas. En su interior oye una voz que le dice, “lo sabía que pasaría, lo
sabía que puñetas”.
―Ven
hijo mío, siéntate a mi lado, tengo que contarte una historia que paso hace
unos años muy cerca.
―En
un pueblo junto a éste vivía una hermosa doncella, que tenía quince años y una
belleza muy fresca, se bañaba junto al rio en un rincón junto a la alberca.
Pero un día tres mozos llegan para sin ser vistos verla. Se turban ante esa
flor rebosante de pureza, y entre los tres a la fuerza destruyeron en la niña
la más grande de sus prendas.
Hizo una pausa mientras dos lágrimas brotaban
de sus ojos, después continuo diciendo.
―Por
eso hijo mío te ruego vayas a la escuela, con la cabeza bien alta y subidito a
la acera.
El amor propio salió de lo más profundo de mi
corazón, y con voz profunda dije.
―Si
madre, iré al colegio y si a Pedro se le ocurre le escupiré en la cara. Y
muchas gracias madre por ser una madre entera.
Nadavepo.
Eso es ser una gran mujer y una gran madre.
ResponderEliminarCierto Dolors, gracias por tu comentario.
EliminarEso es ser una gran mujer y una gran madre.
ResponderEliminarHermoso, me he emocionado mucho, solo tu puedes contar algo tan horrible de una forma espectacular. Es una gran madre
ResponderEliminarMe siento bien con tan precioso comentario, gracias Rocio.
EliminarPrecioso!! Así es una buena madre
ResponderEliminarGracias Campanilla, totalmente de acuerdo contigo, besos.
Eliminar