Que
lujo fue, sin buscarte te encontré… sobre los canales de Venecia, en una
góndola de terciopelo y marfil.
Me escribías con el mismo respeto, que le
profesa el majestuoso sol al cimbreante abeto… pura cortesía, que se acrecienta
día a día.
Desde mi ventana contemplo, el canal de color
azul que me lleva hacia tu luz… y tú al otro lado sin apenas divisarme, hablas
pero no con el corazón y dices que apenas me conoces.
Acaso, hay que conocerse para ver la misma
luz del sol… no es verdad, que sin conocernos vemos el mismo cielo estrellado y
que la luna es el espejo donde tú y yo nos reflejamos.
Quizás, no tiene esto más fuerza que un amor
maltratado… no puede ser tan puro, como el que jamás cometió pecado.
Dime, si no se ensancha tu corazón al saber
que me tienes a tu lado… que la oscuridad de mis ojos, se vuelve brillo cuando
te ríes de mis vocablos.
Para amar no hay que hablar, ni estar
descalzo en el fango de un pantano… para mí, amar es sentir una brisa tuya y
ponerse mi corazón a palpitar.
Nadavepo.