Hace mucho tiempo, me
encontré un tesoro. Y no estaba dentro de una cueva, ni tampoco en las
profundidades del mar, en un galeón atrapado.
Un maravilloso día descubrí
un tesoro. Y no estaba enterrado, ni tan
siquiera en un pozo guardado.
Un hermoso día, encontré mi
tesoro paseando por las calles de la ciudad. Relucía como el sol más radiante,
aunque la oscuridad estuviese delante.
Como brillabas amor, tanto
como la punta de un diamante. Rozabas la luna y la apagabas al instante, que
pétalo, que flor, que tesoro más alucinante.
Acaricias las estrellas, y
las llevas adornando tu cuello, como si fueran perlas, del nácar más
apasionante. Ojos de rubí, pestañas de jade, que preciosidad verte y poder
tocarte.
Que afortunado fui, al
encontrar un tesoro que todos contemplasen, pero que yo fuese el único que
pudiera besarte. Y sin ser esmeralda, ni
oro, ni plata, ni flor de cristal… eres para mí lo más adorable.
Nadavepo.