Sin pensarlo, sin buscarlo, sin tan siquiera
soñarlo… no lo encontré, tropecé con él.
Estaba escondido, detrás de unas preciosas
letras… enconadas en una tintineante y aterciopelada voz.
No necesite verlo, con sentirlo me basto…
como vibraba al oírlo hablar, mi descompasado corazón.
Ni hay cielo ni tierra, que nos pueda
distanciar… es como un hilo de araña, imposible de romper.
Me dio la mano, transportándome a mi niñez…
recuerdos de cartas furtivas, que nunca supe esconder.
Fue como volver a nacer, salir del pétalo de
una flor… caída libre hacia un vacío de color, como el salto de un ángel de
radiante esplendor.
Seno que amamanta, silenciando mi voz…
colchón de alpaca, donde mi alma se acomodó.
Rotundo si, al ser tu descubridor… por eso te
he bautizado, con el nombre de “amor”.
Amor que tiene luz, como el radiante sol…
porque reconforta mi cuerpo, con su exquisito calor.
¡Tú eres esa palabra, que todo el mundo llama
amor!
Nadavepo.