Paseaba una tarde de otoño triste y desolado, y te encontré a ti, en una cuneta sucio y abandonada.
Con tu mirada me
pediste, que te dejara estar a mi lado, y yo no lo dude ni un segundo, y acepte
encantado.
Que generoso fuiste
al entregarme tu amor desinteresado, y cuanta gratitud, en estos años me has
regalado.
Te cuide, pero quizás
no todo lo que te tenía que haber cuidado, y tampoco te bautice porque no
necesitabas nombre para estar a mi lado.
Y ahora, cuando tan solo
unos pocos años han pasado, te has ido mi querido amigo, al reino de los perros
y me has abandonado.
Ojos negros, que
amargura me has dejado, con el corazón tan triste y desolado, como en aquella
tarde de otoño, en la que nos habíamos encontrado.
Dedicado a mi perro
de nombre anónimus.
Fdo: Nadavepo.