Niña, sóplame como soplador de vidrio… y
moldea mi alma, a semejanza de la tuya
cuando se refleja en el espejo.
Amor de cristal, urna de terciopelo… amarte
es el más bello y dulce de los privilegios.
Niña, ámame
para poder rozar el cielo… pues desearte, es alcanzar el brillo de la
luz a la que no llego.
Quien pudiera ser caballero, para en cada alborada… desmontar de su caballo,
y en nuestro tálamo abrazar todo tu cuerpo.
Niña, coge mi mano llevándome hasta el cielo…
y desde arriba me enseñarás, que pequeño es todo cuando te tengo.
Caricias que yo deseara, fragmentos de tu
corazón hambriento… dámelo todo, para
fundirme contigo en la fragua de tus senos.
Niña, remolca mi nave al centro de tu océano…
desde allí veremos las puestas de sol, esas que nunca olvidaremos.
Sol de galaxias, guía de firmamentos…
calienta todo mi cuerpo, que el frio me embarga y sin tu brújula yo me pierdo.
¡Niña!
Déjame tu sexo para aplacar estas ansias… que
para saciar este fuego, todas las fuerzas de la naturaleza no bastan.
Nadavepo.
Un bello poema , donde predomina el amor , la ternura y los primeros tintes de sensualidad entre la niña y el caballero.
ResponderEliminarComo siempre la sutileza del comienzo con el final ardiente , enhorabuena Alejandro .
Como siempre un bonito comentario, muchisimas gracias Campirela.
EliminarUna vez más, te lo agradezco Eva. Gracias por tu bonito comentario.
ResponderEliminar