Te busqué bajo la cama y no estabas.
Te busqué detrás
de la cortina y no aparecías.
Te busqué bajo la mesa de té y no te encontré.
Te busqué en el balcón y solo aire apareció.
Te busqué en el armario y ya me estaba desesperando.
Pues nunca
me ha gustado jugar a ese juego, por miedo a que en un mal sueño no aparecieras.
Y sólo jugaba a él porque a ti te encantaba…
pues cuando te encontraba temblaban hasta los cimientos de la cama.
Te busqué en la terraza y ya perdía la esperanza.
Te busqué detrás
del sofá y ni tu aroma pude detectar.
Ya no sabía
dónde buscar, así que salí al jardín y te busque entre las plantas para no
perder la esperanza… ¡pero nada!
Estaba en tal estado de nerviosismo inusitado que grite para estar a tu lado… no hubo
respuesta, en ese momento casi pierdo la cabeza.
Por fin
mire hacia el fondo del jardín, y en una corazonada de lo más acertada hacia
las flores corrí… y como una más entre ellas te encontré.
Las lágrimas
se me saltaron y te pegue el mayor de los abrazos, como no queriéndote perder
ni en ese momento ni en el tiempo.
Te besé, te
abracé y te mimé como si no hubiera un mañana, mientras tú te preocupabas… pues
notabas de qué forma tan amarga temblaba, como un niño que al llegar a la vida
no respira hasta que le dan dos palmadas.
Alejandro
Maginot