sábado, 7 de marzo de 2015

Contemplarte








  Quiero deciros mi señora, que contemplar vuestros ojos negros, me derrite como el sol a la vaselina.

  Que la miel que deja vos en mis labios es pura golosina.

  El día que os contemple desnuda, para mi será como viajar a la luna.

  Cual abeja reina me desbloqueas la mente, para conducirme a las plantas más florecientes, desde las cuales arrastrare el polen hasta vuestra simiente.

  Pues si vos me apura, yo saltare en chispas de mil colores, donde el color blanco satén predominara sin duda alguna.

  Y si me concede ese privilegio, me sentiré valiente y arrojado, lo que hará que en mis quehaceres con vos me vuelva intrépido y arriesgado, forjándome en las lisas del amor puro y desenfrenado.

  Y aunque tenga que esperar milenios o siglos y estos me lleven a la perdición de mi cuerpo y alma, yo gustoso moriré en dicha espera aunque  tenga que enfrentarme a cien mil batallas.

  Imaginaros mi Dama lo que mi daga sintió, al apoderarse mis ojos de vuestra esbelta figura, casi no pude resistir tal envite, con tanta feromona casi me derrota mi Señora.

  Usted mi dueña, hace que mi respiración se acelere al igual que mi pulso y los latidos de mi corazón, que se vuelven audibles a metros de distancia, desde mis sienes se derraman unas gotas de sudor que me delatan.

  Pierdo los estribos ante tanto furor, mientras ardo al pie de vuestras ascuas, donde mi armadura se endurece y tengo que sacarle lustre y brillo.

  Temo que mis compañeros de armas puedan descubrir en el estado en que me ha dejado vuestra magia y aunque me encuentro en el frente de batalla, no puedo aunque se resiste elevar mi bandera, no quiero perder mi honor y salir a batallar de esas guisas.

  Por eso os suplico mi dueña, mi ama, mi señora, encerradme en vuestra mazmorra y no me deje salir de ese rincón tan dulce y oscuro, donde el descanso del caballero se transforma el gozo del guerrero.




Nadavepo.




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