domingo, 5 de octubre de 2014

Un sueño, pero quizás real









 Anoche tuve un sueño.
Soñé que despertaba una mañana más, pero note algo diferente.
El colchón de mi cama era más duro de lo habitual, la almohada estaba hundida tan hundida que parecía estar rellena de plumas de ave, las sabanas eran ásperas y rígidas sin un ápice de suavidad. Con forme abría los ojos fui dilucidando el entorno que me rodeaba, los barrotes de mi cama estaban torneados con figuras florales eran de madera, que parecía ser caoba tenían un aspecto lúgubre y eso me sobresalto.
Salte de la cama algo sobresaltado, delante de mí una cómoda de la misma madera que mi cama hizo que me sobresaltara aún más, encima un espejo enmarcado en caoba hacia aún más tétrica mi habitación, a mi derecha un mueble con una palancana y un recipiente con agua  atrajo mi atención, me dirigí hacia él y rocié mis ojos con abundante agua para ver si despertaba de aquel terrible sueño.
Pero fue inútil, yo contemplaba aquella habitación que sin duda era la mía, pero decorada como en siglos pasados, salí de la habitación siguiendo los pasos de aquella solería que intercalaba cuadros blancos con negros de forma  similar a un tablero de ajedrez, mirar al suelo era algo hipnótico para mis ojos por lo que decidí no mirar más hacia abajo, llegue a mi cocina bueno creo que era la mía, pero la realidad solo se parecía en las dimensiones, en ella solo había cazos y ollas colgados del techo y un hornillo con fogones de carbón debajo de lo que parecía ser una chimenea, en el centro una mesa de madera con tres bancos a su alrededor, y a la izquierda un poyete de obra con estancias debajo llenas de utensilios de cocina, sobre este poyete un saquito pequeño con granos de café, un molinillo de madera para molerlo y lo que deduje sería una cafetera por su aspecto.
No dude en moler unos granos de café y poner la cafetera con un poco de agua al fuego, tenía que tomarlo sin demora a ver si despertaba de aquel terrible sueño, conforme la cafetera silbaba un aroma a café envolvía toda la estancia eso hizo que me diera cuenta que los olores que percibía eran más profundos de lo habitual, mis fosas nasales no paraban de procesar los olores a madera y a café que desprendía toda la casa, me bebí el café casi pelándome la lengua de lo caliente que estaba, pero ni aun así logre despertarme de aquel sueño.
Luego me dirigí hacia la calle como cada día a buscar el periódico, cuando abrí la ornamental puerta un rayo de sol casi me ciega, note que la luz era mucho más intensa de lo habitual y en el escalón como siempre estaba el periódico, aunque lo note bastante envejecido sus hojas eran amarillentas y la ilustración de la portada era un dibujo que parecía estar trazado a carboncillo, me agache a cogerlo mientras mis ojos se adaptaban a la luz del día y de repente vi pasar un carruaje de caballos que parecía estar sacado de una novela de Charles Dickens, los caballos que tiraban del carruaje relincharon a mi altura y el sonido de sus cascos lo llenaba todo, yo estaba estupefacto creía estar en una producción cinematográfico de época pero la cual se estaba rodando sin cámaras, focos ni atrezos pertinentes.
Conforme me levantaba con el periódico en la mano, observe que faltaban algunos edificios en mi calle y que esta estaba adoquinada, por la acera de enfrente pasaban dos señoras con unos trajes casi imposibles, terciopelo, sombreros con plumas y faldas hasta los tobillos eran los complementos de estas dos mujeres, por el diseño  pensé que eran de la época Rococó, totalmente alucinado entre en casa y empecé a ojear el periódico no pude evitar fijar mi vista en la fecha de la gaceta, cuando vi año 1730 casi me desmayo aquello no podía estar sucediendo.
Rápidamente me dirigí a mi despacho, me sucedió igual que en las otras estancias, la ubicación y distribución era la misma pero los muebles databan de otra época, una mesa de nogal con la encimera repujada en cuero ocupaba el centro de la estancia, a su espalda una biblioteca que ocupaba dos paredes del recinto y que estaba abarrotada de todo tipo de libros de encuadernaciones casi imposibles, sobre la mesa un legajo de papeles, un tintero, una pluma un sello y un secador de papel de los de hace siglos.
Grite de tal manera, que llegue al punto de la afonía y esta vez no fue por lo que mis ojos estaban viendo, esta vez era por lo que no veían que era mi móvil y mi ordenador, ahí pensé que me moría al estar incomunicado totalmente y lo que más me pesaba era no poder comunicarme con Anabela la mujer que yo amaba y que vivía al otro lado del océano, no le había fallado ninguna mañana desde hacía 18 años siempre le mandaba un beso, un corazón y un te quiero a través de la red y el hecho de no poder mandárselo aquella mañana era lo peor de aquella pesadilla.
Llore de desesperación durante varios minutos y pensé que el mundo se acababa para mí, pero de repente el olor a café, a madera, a cuero y al papel que tenía encima de la mesa hizo que me tranquilizase fue como un bálsamo para mis sentidos haciendo que me relajase bastante, una vez más calmado y centrado me senté en la butaca del despacho cogí papel y pluma y me dispuse a escribir una carta, moje la pluma en tinta y………..
Querida Anabela, quizás no puedas perdonarme cuando recibas esta carta porque pensaras que me olvide de ti esta mañana, pero te diré aunque te sea imposible creerme que estoy en otro mundo y en otra época, pero eso no va a impedir que el eco de mi voz llegue hasta ti para darte los buenos días con un cálido beso y decirte lo mucho que te quiero.
    Te mando el dibujo del estado en el que está mi corazón y en el estado que estará mañana cuando te escriba tu carta de buenos días, y no dudes que mientras mi corazón lata cada mañana recibirás tu carta de amor, esa carta que me hará vivir mientras espero tu respuesta.
Una vez escritas estas líneas  me dirigí a la cocina, tome una botella de cristal enrolle mi carta y la introduje taponando la botella con un corcho, volví a salir fuera y tome calle abajo con tanta ilusión que ya no me importaba nada lo que me iba encontrando a mi paso, aunque me pareciera surrealista, ya no había nada que pudiera distraerme de mi misión que era buscar el rio milenario que pasaba por mi ciudad, para posar mi botella en sus aguas con todo el mimo del mundo y dejarla navegar hasta que llegara a sus manos, cuando regresaba a casa una nao que navegaba por el rio descargo un cañonazo que me sobresalto, de repente estaba sentado en mi cama almohada mullida, sabanas suaves y mobiliario moderno, sin duda había despertado de un sueño, un sueño que me enseño que no hacen falta las nuevas tecnologías para decirle te quiero a tu amada.



Nadavepo. 



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