Anoche tuve un sueño.
Soñé que despertaba una mañana más, pero note algo
diferente.
El colchón de mi cama era más duro de lo habitual, la
almohada estaba hundida tan hundida que parecía estar rellena de plumas de ave,
las sabanas eran ásperas y rígidas sin un ápice de suavidad. Con forme abría
los ojos fui dilucidando el entorno que me rodeaba, los barrotes de mi cama
estaban torneados con figuras florales eran de madera, que parecía ser caoba
tenían un aspecto lúgubre y eso me sobresalto.
Salte de la cama algo sobresaltado, delante de mí una cómoda
de la misma madera que mi cama hizo que me sobresaltara aún más, encima un
espejo enmarcado en caoba hacia aún más tétrica mi habitación, a mi derecha un
mueble con una palancana y un recipiente con agua atrajo mi atención, me dirigí hacia él y
rocié mis ojos con abundante agua para ver si despertaba de aquel terrible
sueño.
Pero fue inútil, yo contemplaba aquella habitación que sin
duda era la mía, pero decorada como en siglos pasados, salí de la habitación
siguiendo los pasos de aquella solería que intercalaba cuadros blancos con
negros de forma similar a un tablero de
ajedrez, mirar al suelo era algo hipnótico para mis ojos por lo que decidí no mirar
más hacia abajo, llegue a mi cocina bueno creo que era la mía, pero la realidad
solo se parecía en las dimensiones, en ella solo había cazos y ollas colgados
del techo y un hornillo con fogones de carbón debajo de lo que parecía ser una
chimenea, en el centro una mesa de madera con tres bancos a su alrededor, y a
la izquierda un poyete de obra con estancias debajo llenas de utensilios de
cocina, sobre este poyete un saquito pequeño con granos de café, un molinillo
de madera para molerlo y lo que deduje sería una cafetera por su aspecto.
No dude en moler unos granos de café y poner la cafetera con
un poco de agua al fuego, tenía que tomarlo sin demora a ver si despertaba de
aquel terrible sueño, conforme la cafetera silbaba un aroma a café envolvía
toda la estancia eso hizo que me diera cuenta que los olores que percibía eran
más profundos de lo habitual, mis fosas nasales no paraban de procesar los
olores a madera y a café que desprendía toda la casa, me bebí el café casi
pelándome la lengua de lo caliente que estaba, pero ni aun así logre
despertarme de aquel sueño.
Luego me dirigí hacia la calle como cada día a buscar el
periódico, cuando abrí la ornamental puerta un rayo de sol casi me ciega, note
que la luz era mucho más intensa de lo habitual y en el escalón como siempre
estaba el periódico, aunque lo note bastante envejecido sus hojas eran
amarillentas y la ilustración de la portada era un dibujo que parecía estar
trazado a carboncillo, me agache a cogerlo mientras mis ojos se adaptaban a la
luz del día y de repente vi pasar un carruaje de caballos que parecía estar
sacado de una novela de Charles Dickens, los caballos que tiraban del carruaje
relincharon a mi altura y el sonido de sus cascos lo llenaba todo, yo estaba
estupefacto creía estar en una producción cinematográfico de época pero la cual
se estaba rodando sin cámaras, focos ni atrezos pertinentes.
Conforme me levantaba con el periódico en la mano, observe
que faltaban algunos edificios en mi calle y que esta estaba adoquinada, por la
acera de enfrente pasaban dos señoras con unos trajes casi imposibles,
terciopelo, sombreros con plumas y faldas hasta los tobillos eran los
complementos de estas dos mujeres, por el diseño pensé que eran de la época Rococó, totalmente
alucinado entre en casa y empecé a ojear el periódico no pude evitar fijar mi
vista en la fecha de la gaceta, cuando vi año 1730 casi me desmayo aquello no
podía estar sucediendo.
Rápidamente me dirigí a mi despacho, me sucedió igual que en
las otras estancias, la ubicación y distribución era la misma pero los muebles
databan de otra época, una mesa de nogal con la encimera repujada en cuero
ocupaba el centro de la estancia, a su espalda una biblioteca que ocupaba dos
paredes del recinto y que estaba abarrotada de todo tipo de libros de
encuadernaciones casi imposibles, sobre la mesa un legajo de papeles, un
tintero, una pluma un sello y un secador de papel de los de hace siglos.
Grite de tal manera, que llegue al punto de la afonía y esta
vez no fue por lo que mis ojos estaban viendo, esta vez era por lo que no veían
que era mi móvil y mi ordenador, ahí pensé que me moría al estar incomunicado
totalmente y lo que más me pesaba era no poder comunicarme con Anabela la mujer
que yo amaba y que vivía al otro lado del océano, no le había fallado ninguna
mañana desde hacía 18 años siempre le mandaba un beso, un corazón y un te
quiero a través de la red y el hecho de no poder mandárselo aquella mañana era
lo peor de aquella pesadilla.
Llore de desesperación durante varios minutos y pensé que el
mundo se acababa para mí, pero de repente el olor a café, a madera, a cuero y
al papel que tenía encima de la mesa hizo que me tranquilizase fue como un
bálsamo para mis sentidos haciendo que me relajase bastante, una vez más
calmado y centrado me senté en la butaca del despacho cogí papel y pluma y me
dispuse a escribir una carta, moje la pluma en tinta y………..
Querida Anabela, quizás no puedas perdonarme cuando recibas
esta carta porque pensaras que me olvide de ti esta mañana, pero te diré aunque
te sea imposible creerme que estoy en otro mundo y en otra época, pero eso no
va a impedir que el eco de mi voz llegue hasta ti para darte los buenos días
con un cálido beso y decirte lo mucho que te quiero.
Nadavepo.
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