lunes, 22 de abril de 2019

El Rey del Mundo













  Hubo una época en la que fui un rey, pero no un rey cualquiera, mi reino no estaba constituido por un estado, ni por diez, ni tan siquiera por cien, mi reino era cualquier lugar donde yo estaba y hasta donde mi vista alcanzaba, era el rey del mundo.

  Las hojas de los árboles se balanceaban a mi paso, como admiradores envueltos en aplausos hacia mi persona, los caracoles limpiaban y daban lustre a las piedras del camino, los pájaros amenizaban con sus cantos las jornadas tan laboriosas. 

  Tras de mí llevaba un cortejo variopinto, mariposas abriéndome paso ante el numeroso público que me observaba desde la jara mientras atravesábamos la dehesa, abejas zumbando anunciando en todo el bosque mi presencia, lagartos extendiendo ante mí, una alfombra de margaritas y amapolas, tortugas y libélulas  que formaban mi elegante cuerpo de guardia, mis asesores personales búhos y lechuzas que decían eran los seres más sabios de los que me podía rodear.

  Las rocas de los montes me miraban con recelo, pues sabían que en cualquier arrebato me montaría sobre ellas y las conquistaría poniéndolas bajo mis dominios, las serpientes me rendían pleitesía pues sabían de mi poder, los roedores se inclinaban a mi paso en señal del mismo respeto que yo les profesaba.

  ¡Cuántas batallas libradas contra mis peores enemigos los cardos!, me atacaban con sus brazos espinados, mientras yo, espada en mano los decapitaba haciendo de ellos un tupido manto, por donde todos mis súbditos pasaban sin ser arañados o punzados.

  “¡Libertad para mis fieles y lealtad para mis amigos!”, este era mi lema, mi estandarte, mi doctrina, la cual quería compartir en un futuro con todos aquellos que me rodeaban, convirtiéndolos  en mi legado fuese póstumo o en vida.

  Cuando llegaba el ocaso y estaba a punto de cubrirlo todo con un tupido manto negro, yo me retiraba a mi morada, donde la reina madre ordenaba mi aseo para sentarme a la mesa a cenar, después era obligado despedirme de ella con un beso y retirarme a mis aposentos, donde repasaba el abecedario y la tabla de multiplicar, por lo que al día siguiente me pudieran preguntar.

  Terminados estos quehaceres, intentaba dormirme soñando con ser el Cid Campeador y hacer de este mundo un mundo mejor, pero sin dejar de pensar que yo era el rey del mundo… aunque aún no había cumplido los siete años.


Nadavepo.
 


6 comentarios:

  1. Y qué hermosos e inocentes sueños de grandeza, en aras de un mundo mejor y merecido… Me he sentido identificada, desde ese otro mundo paralelo por el que impulsar los pasos en una realidad cruda y difícil. Esa fuerza que florece más allá de todo entendimiento, sabiendo que, de alguna manera, no estamos solos en esa lucha…

    Me ha encantado. Un placer leerte, Nadavepo.
    Abrazo, y feliz tarde.

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    1. Gratitud querida Ginebra, nunca estamos solos teniendo personas de tu sensibilidad cerca de nosotros. Un honor saber que me lees y un placer poder leerte. Te deseo un día maravilloso, un abrazo con todo mi cariño.

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  2. Que edad más bonita nos reflejas en este maravilloso cuento donde esa inocencia te hace ser el rey del mundo ..cuando la imaginación esta rebosando y tu fantasía hace ver y sentir que todos los seres vivos del planeta son tus fieles siervos , hasta esos reptiles te brindan su pleitesía ..
    Bueno he de decirte que no estaría mal ,a continuación de este pequeño rey ..sería interesante saber como fue su evolución ..gracias por hacernos regresar a esos años donde la fantasía no la poníamos límites ..
    Un abrazo y te deseo una feliz semana.

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    1. Edad ciega, edad que debería ser eterna, edad donde el arrojo de creerte inmortal te lleva a disfrutar de todos los momentos por muy pequeños que sean. Siempre es magnifico poder leer un comentario tuyo, en ellos me reflejo y de ellos aprendo. Gracias por aportar y por deleitar, te mando un abrazo con cariño, con el bonito deseo de que tu semana sea estupenda.

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  3. Sin ser rey, enarbolaste tus sueños de grandeza a tu paso por el mundo...enseñando pequeñas lecciones de grandeza, lealtad y amor...impulsando a todo aquel a seguir tus pasos...

    Siempre es un placer leerte mi querido Alex, pero es un honor para mi persona, tenerte cerca, para seguir alimentando mi alma en este paso por el mundo, que sin ser reina, me siento devota infinita ante el rey del mundo.

    Me ha encantado mi querido amigo..feliz inicio de semana y miles de besos con todo mi cariño.

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    1. Alguna vez en la vida, tanto en la infancia como en la madurez, tendríamos que sentirnos reyes o reinas en algún momento. Muchas gracias por aportarme una perspectiva diferente del poema, pues eso me hace aprender y seguir adelante con mis escritos. Es un placer leer tus comentarios, te deseo un resto de semana maravilloso mi querida amiga. Abrazos con mucho cariño.

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Brisa