jueves, 2 de octubre de 2025

El erizo Rombito

 




 En un pequeño pueblo rodeado de bosques, vivía un erizo llamado Rombito. Era un erizo adorable, con una carita redonda y unos ojos grandes y curiosos. Sus padres lo querían con locura y siempre intentaban llenarlo de besos, pero Rombito tenía un problema: era increíblemente tímido y cada vez que sus padres se acercaban para darle un beso, Rombito avergonzado y con rubor en sus mejillas, agachaba la cabeza y su pequeñas púas, aunque suaves la mayor parte del tiempo al ponerse nervioso se ponían de punta, ¡pinchando a cualquiera  que atreviese a acercarse demasiado para darle un beso!

 Esto entristecía mucho a Rombito. No quería pinchar a sus padres, solo quería sentir el calor de sus besos. Sus papas también se sentían un poco apenados, aunque nunca jamás se enfadaban con el porque los pinchara.

 Un día el tío de Rombito el “Tío Agujas”, llego de visita. El Tío Agujas era conocido en el pueblo por ser el mejor peluquero de todos los alrededores, con, unas manos mágicas para cortar y peinar cualquier tipo de pelo, ¡o en este caso de púas! Al ver la tristeza de Rombito y la frustración de sus padres, el Tío Agujas tuvo una idea brillante.

 −“¡No hay problema que una buena tijera no pueda solucionar!”, exclamó con una sonrisa.




 Con mucho cuidado, el Tío Agujas empezó a cortar las púas de rombito, dejándolas suaves y cortitas, especialmente las de su cabecita. Rombito se sintió un poco raro al principio, pero cuando sus padres se acercaron de nuevo pudo mantener la cabeza erguida. ¡Y por primera vez, sintió los suaves besos de sus padres en sus mejillas sin pincharlos! La alegría llenó el hogar, y Rombito se sintió el erizo más feliz del mundo.

 Aunque sus púas volvieron a crecer con el tiempo, gracias a su tío Rombito había tenido un rayito de esperanza. Y así con el paso de los años Rombito creció, y aunque su timidez seguía siendo parte de él, aprendió a manejarla un poco mejor.

 Un día conoció a una hermosa eriza llamada Espinita, que era dulce, paciente y que entendía perfectamente la timidez de Rombito. Poco a poco, con sus palabras amables y su sonrisa contagiosa, Espinita ayudó a Rombito a sentirse más seguro de sí mismo. Le enseñó que la timidez no era algo de lo que avergonzarse, sino parte de su encanto.

 Una tarde, mientras paseaban por el bosque cogidos de la mano (o de la patita en su caso), Rombito sintió una nueva valentía: Miró a espinita, sus ojos se encontraron y esta vez no agachó la cabeza. Sus púas se mantuvieron suaves y su corazón latía con fuerza. Se inclinó lentamente y con sus propios labios, ¡por primera vez, besó a Espinita! Fue un beso tierno y dulce, lleno de todo el amor y la gratitud que Rombito sentía.

  Desde ese día… Rombito y Espinita compartieron muchos besos,  con la calidez y la conexión que solo dos almas gemelas pueden encontrar. Rombito aprendió que la verdadera valentía no estaba en no tener púas, sino en superar sus miedos y abrir su corazón.

 

 Alejandro Maginot


1 comentario:

  1. Bueno, bueno, te estás superando a ti mismo.
    Toda una delicia leer este cuento, es pura ternura.
    Desde el principio hasta el final , mi perfección de este bello y encantador cuento es la timidez y el cariño de quien te rodea.
    El amor, salvo esos obstáculos y pudo ser el erizo más feliz del universo.
    Te felicito, y a seguir ofreciendo sonrisas con tus cuentos.
    Un abrazo, y muy feliz jueves.

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El erizo Rombito