Salía del trabajo, cuando vi pasar un autocar.
En su lateral llevaba un letrero que decía lo siguiente: “Si sube con nosotros,
le llevaremos a conocer la plena felicidad”, así que sin dudarlo ni un segundo
salí corriendo detrás del bus, hasta que pude alcanzarlo en la siguiente
parada.
Subí nervioso a la vez que entusiasmado, el
conductor me invito a sentarme en un asiento situado junto a la ventanilla.
Cuando por fin recobre el aliento y la cordura, empecé a observar a las
personas que había sentadas a mi alrededor. No las veía especialmente felices,
creo que como yo buscaban encontrar la cúspide de la felicidad.
Después de varios kilómetros, paramos a
almorzar en lo que nos dijeron era uno de los mejores restaurantes del mundo,
después de comer volvimos al transporte que nos llevaría a la cima de la
felicidad. Pasamos por paisajes fantásticos, casi de ensueño, la gente estaba
pletórica sacando fotografías a tan bellos paisajes.
Anochecía el primer día de viaje, cuando nos
hospedaron en uno de los hoteles más colosales del mundo. Al día siguiente
continuamos con el viaje, atravesamos paisajes exóticos llenos de insólitos y
salvajes animales. La gente seguía fotografiando todo lo que encontraban a su
paso, no daban la oportunidad a sus ojos de ver el mundo sin esconderse detrás
de un visor.
Ocho mil kilómetros habíamos recorrido en
quince días, nos encontramos con la nieve, con desiertos, con preciosos ocasos
y delicados amaneceres. Pero cuando entrabamos en los cincuenta últimos
kilómetros de regreso, las personas empezaron a cambiar de semblante, ya no
llevaban las cámaras adosadas a su cuerpo, sus sonrisas se entrecortaron.
Yo partí a ese viaje con lo puesto, sin ropa,
sin cámara, sin reloj. No puedo negar que disfrute, y mucho. Pero al contrario
que los demás pasajeros, conforme llegábamos a casa mi corazón estaba más
henchido, era inmensamente más feliz. Había descubierto una cosa muy, pero que
muy importante, descubrí que la felicidad no está a ocho mil kilómetros, ni
detrás de una cámara, ni en el mejor hotel del mundo.
Comprobé en mi propio ser, que nadie te puede vender la felicidad, ni
incluso la puedes comprar con todo el oro del mundo. La felicidad está más
cerca de ti de lo que tú crees. Aquella misma tarde salí pitando hacia el
parque en el que me reunía con mis amigos, estuvimos charlando hasta la
madrugada. Al día siguiente me dirigí a casa de mis abuelos, escuche una vez
más todas las historias que ellos me contaban de su laboriosa vida.
Por la tarde empezó a llover, yo andaba por la
calle pisando charcos como en mi niñez, la lluvia me mojaba y yo flotaba hasta
llegar al escaparate de la pastelería, donde trabajaba la niña de mis ojos,
espere danzando bajo las gotas de agua hasta que salió ella. Me cogió de la
mano y sacándose un bombón del bolsillo me lo alargo, degustando tan rico
presente empezamos a caminar calle abajo, hasta pararnos en un soportal donde
nos besamos apasionadamente, la mezcla del sabor de la lluvia junto al
chocolate y la fresa de sus labios, fue un atroz derroche de felicidad.
Jamás volveré a surcar la tierra para
encontrar la felicidad, la plena felicidad está en la punta de mis dedos.
Nadavepo.
Preciosísimo y cierto! Qué gran verdad! Tenemos la felicidad dentro nuestro, sólo hay que aflorarla y disfrutarla! Un abrazo!
ResponderEliminarGratitud Hada. Un abrazo
EliminarPrecioso alejandro!!!... la felicidad muchas veces esta tan cerca ... hasta en los mas simples detalles pero no nos damos cuenta y la dejamos pasar...
ResponderEliminarDisfruta mucho de la tuya.. un abrazo fuerte.
Gracias, lo intento a diario, Un abrazo enorme.
EliminarPrecioso alejandro!!!... la felicidad muchas veces esta tan cerca ... hasta en los mas simples detalles pero no nos damos cuenta y la dejamos pasar...
ResponderEliminarDisfruta mucho de la tuya.. un abrazo fuerte.
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ResponderEliminarQ verdad y cierto.. Si hay algo importante en esta vida es q debemos aprender a valorar más las pequeñas cosas q tenemos y no a las cosas materialistas... Hay un dicho muy famoso y es q ni la felicidad ni el amor se pueden llegar a comprar con dinero.. Aveces tenemos la felicidad tan cerca q no nos damos cuenta hasta q ya es demasiado tarde.... Precioso Alejandro
ResponderEliminarQuedo muy agradecido por tus palabras, besos.
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