Desde el primer instante, en que te posaste
dentro de mí… ya oía en mis sienes, los latidos de tu corazón.
Mientras mis pechos se preparaban, para ser
la fuente de tu alimento… yo divagaba pensando, con qué nombre te gustaría que
te llamásemos.
Mi cuerpo se amoldaba para acogerte, como
cofre aterciopelado acoge una joya… tú denotabas lo a gusto que estabas, con
suaves y alegres movimientos.
Sólo nos separaba unos centímetros de piel,
para poder conocernos… y yo, ya disfrutaba pensando en todo el cariño que me
faltaba por darte.
Saldrías de mi caja de sorpresas, y serías lo
que más ilusión me haría del mundo… pero nunca pude imaginar lo inimaginable,
“cuanto te amaría”
Pero por mucho que sentí, por mucho que
especulé, por todos los sentimientos que noté cuando estabas dentro de mí… nada
fue comparable al amor que desprendí, cuando te asomaste a la vida, abrazándote
a mí.
Y una vez más, gracias mi Dios por desplegar
mi ser en otro ser… y permitirme estar junto a él.
Nadavepo.
Bueno Alejandro impresionante lo que has hecho en este dulce , tierno y sentimental poema , ponerte en la piel de una mujer y hacernos sentir lo que ella sintió cuando en su cuerpo tuvo la cosa más preciada que puede sucederle a la mujer .... bravo .
ResponderEliminarGracias por seguirme Campirela, y ante todo por tus bonitos comentarios.
EliminarSimplemente lindo y sutil, me encanta :)
ResponderEliminarGratitud Barbara. Un saludo.
EliminarTransmites miles de sensaciones con lo que escribes, me encanta todo lo que escribes.
ResponderEliminarUn honor escribir para amigas como tu. Besos
ResponderEliminar