lunes, 25 de noviembre de 2013

Cuando el pueblo, ya no puede mas













  La revolución francesa, basa su origen en la opulencia desatada por los nobles, el alto clero y sobre todo por la corona en sí.
 Reinaba Luis XVI, ajeno a todo lo que le sucedía al pueblo, su única obligación era organizar grandes saraos y cuando no suntuosas cacerías, a las cuales acudían las clases sociales más altas.
  El pueblo desfallecía de hambre y miseria, el agotamiento y hastió de esas pobres gentes estaba desbordado, todo esto junto a una clase media cargada de impuestos y a unos literatos hartos de una censura desmedida y soez fue el detonante para la forja de la Revolución.
 El entramado de tal contienda, estuvo confuso desde sus comienzos, pues hubo disputas entre los mismos partidarios de la libertad, enfrentándose entre ellos ocasionando el caos entre la multitud. Pero una cosa estaba muy clara, la gente quería libertad, salir de aquel hoyo tan inmenso lleno de penurias y malos años de enfermedades y malnutriciones.
 No hay nada más poderoso que un pueblo unido por la desesperación. Rey y gremio intentan aunar en un alarde de poder, todas sus fuerzas más la ayuda de contingentes extranjeros, pero esto no es suficiente para detener a un pueblo entre la espada y la pared.
 Se agotan los días de pompa y boato de una minoría, que vivía lujuriosamente a costa de una mayoría esclava y analfabeta que no tenía medios para defenderse, solo la lucha diaria para poder sobrevivir.
  ¡Abajo el tirano, muerte al traidor!, son los ecos de unos gritos incesantes que se repiten, martilleando las sienes de aquel que no escucho, pero que ahora atiende perfectamente al clamor popular.
 Alguien le reprocha a su soberano, ¡tú no oíste el llanto de tu pueblo, pues ya no te dará tiempo, tus súbditos reclaman tu muerte, después de esto nada te hará falta!




Fdo: Nadavepo




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