martes, 3 de diciembre de 2013

Los arboles no mueren solos.










  Algunos días han pasado ya y mi mente no deja de recordar su ausencia.
 No puedo nada más que pensar en ellos, en los más bellos, en los que ruido no hacían y nada pedían, en los que vida regalaban y a nadie molestaban.
 Al amanecer nos alegraban  el día, al atardecer nos daban melancolía y por la noche dormían.
 Siempre dispuestos a asilar estaban y por su pensión nada cobraban, en sus brazos una orquesta sostenían pues los pajaritos que en ellos vivían llenaban con sus trinos las tardes de alegría.
 De sus ramas mil colores y aromas se desprendían, y muchos de ellos le dan una bonita fama a Andalucía.
 Todavía lo pienso y no lo entiendo, como puede ser tan cruel el ser humano, que destruye sin piedad lo que la vida nos da.
 Qué clase de políticos pudieron mandar a esos pobres árboles talar, dejan mucho que desear, pues aún no se han enterado que la consigna mundial es proteger el entorno natural.
 Esto me da que pensar con filosofía, que no les importa nada a los gobiernos la ecología.




 Fdo: Nadavepo.





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