miércoles, 24 de junio de 2015

La partida de ajedrez










  No sé cómo sucedió.

  Pero para cuando quise darme cuenta, ya estaba metido en tu tablero de ajedrez.

  Vestías de riguroso negro de la cabeza a los pies,  me observabas como a presa fácil.

   Pues me veías cándido y transparente, tan blanco como a las presas que tú te solías comer.


  Me hipnotizaste mientras te desplazabas por tus cuadriculas negras, y yo avanzaba hacia tus dos torres sin apenas darme cuenta.

  Me arponeaste con tus ojos como alfiles brillantes, y como mantis religiosa entre tus garras me atrapaste.

  Para entonces yo estaba atrapado entre los corceles de tus piernas, tú ya me habías puesto los estribos y me manejabas a tu antojo, con tus doradas riendas.

  Ardua se hacia la partida, que hasta entonces tu dominabas de una u otra manera.

  Cuando era entre tus manos no un rey si no una marioneta, pude abrir los ojos y darme de tu estrategia cuenta.

Para cuando quise salirme del tablero, los peones a tu servicio no dejaban  que me fuera.

  Ahora empezaba la verdadera partida, como salir de tu encuadre sin que te percatases de mi ausencia.

  Dura fue la contienda, pues a ti no te importaba destrozar mis sentimientos al precio que fuera.

  Casi acorralado y sin armas para mi defensa, tuve que cambiar mi amable estrategia.

  Saque tus alfileres negros de mi dúctil corazón…

  ¡Y di jaque mate a la reina!





Nadavepo.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Brisa