domingo, 6 de abril de 2014

Danco










  Que decir de él, pues simplemente que era mi mejor mascota, y el más fiel de los compañero, y que su majestuosidad, llenaba todos los rincones de mi casa.
 Sus movimientos tan pausados y su caminar tan airoso, me recordaba diariamente, que la vida hay que tomársela con la calma y tranquilidad con que mi viejo amigo se la tomaba. El estar a su lado, me servía de terapia pues me devolvió la sonrisa, y todo a su lado era cómico y divertido.
 Cuando paseábamos con él, acabábamos rendidos pero no de la caminata si no de tener que esperarlo, pues cada tres pasos se echaba nos miraba y se reía de nosotros. Una de las cosas que más gracia nos hacía de él, era su alergia al agua, teníamos que buscar un desnivel y cuando estaba descuidado echarlo al agua, luego lo agradecía al refrescarse en las calurosas tardes de agosto. Su look era tan moderno, con su flequillo tapándole los ojos, que parecía un componente de los Beatles, cuando caminábamos, el caía en todos los hoyos del camino, y tropezaba con todas las farolas que encontraba a su paso, lo que nos producía unas carcajadas lagrimeras, como yo las llamo.
 Pero lo más importante que mi amigo me enseño, es que con la agresividad no se llega a ninguna parte, me lo demostraba cada vez que ignoraba a las mascotas agresivas, dándole la espalda y buscando un sitio bien cómodo para tumbarse.
 En mis momentos de soledad, lo echo muchísimo de menos, y me pregunto porque Dios no ha diseñado el mundo, de forma que nuestras mascotas lo abandonasen  junto a nosotros.
 Creo no haber visto jamás en unos ojos tanta belleza, como en los de mi amigo, tan negros y brillantes y una mirada tan cándida, que cada vez que los contemplaba veía en ellos al burrito de platero y yo, de Juan Ramón Jiménez.


 Pero como es ley de vida, se tuvo que marchar y abandonarme, tuve no sé si la suerte o la desgracia de verlo morir, se despidió de mi intentando mantener su semblante majestuoso, en el final de su vida, me brindo tal mirada que quede estremecido, a sus ojos se asomaron unas lágrimas de despedida, las lágrimas más bellas que un animal puede dar en su lecho de muerte.



   
Fdo: Nadavepo.




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