viernes, 11 de abril de 2014

NALA












  La conocí un catorce de febrero, día de los enamorados, y supe que sería para mi nada más verla, con ella disfrute una de las mejores etapas de mi vida.
 Ella me enseño a ver la vida de otra forma, su vitalidad desbordante me apabullaba, nunca pude seguir su ritmo, pero si me enseño la dinámica del movimiento y su importancia para la salud, obligándome a dar paseos interminables, lo que yo siempre le agradecí enormemente.
 También me educo en el arte del juego, formato que yo había dejado olvidado en mi niñez, sus juegos eran agotadores, no paraba de correr y de saltar, era una acróbata con la pelota, nadando y en salto de altura, nunca pude llegar a su nivel. Pero donde nunca llegue a su altura, fue en su honestidad, yo no sé si llegare a ser tan honesto con alguien, como ella lo fue conmigo.
 Pero de todas sus cualidades, la que mejor me demostró fue su lealtad, nunca en mi vida tuve al lado a alguien tan leal, ni yo mismo con ella fui tan leal como ella lo fue conmigo.
  Pero lo que más frio me dejo de ella, fue su arrojo ante la enfermedad que sufrió en el último año de su vida, yo tuve que realizarse unas curas muy dolorosas, y solo conozco a otro ser querido, que afrontase el dolor con esa valentía y resignación, y ese fue mi padre.
 Quiero dedicar estas líneas a la memoria de estos dos seres tan queridos, que se marcharon de mi lado sin dar una queja, ni tan siquiera un lamento de dolor, solo se despidieron con un te quiero, uno me lo expreso con sus labios y otro me lo dijo con sus ojos.


 Dedicado a la memoria de mi padre y a la del mejor perro del mundo.




Fdo: Nadavepo.







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