miércoles, 14 de mayo de 2014

Amanecer











  Mucho tiempo ha pasado ya, desde que vi mi primer amanecer, nos levantamos dos horas antes del alba y éramos tres, dos de las personas más importantes de mi vida y yo.
 Antes de ver salir los primeros rayos de sol, tuvimos que atravesar una inmensa alameda, a la orilla del rio Guadalquivir, la emoción me embargaba, solo nos alumbrábamos con una pequeña linterna que no alumbraba más allá de dos palmos, todo era silencio y oscuridad, nuestro guía que era mi padre, nos pedía sigilo para empezar a oír con nitidez el despertar de la naturaleza.
 Fue algo que me desbordo emocionalmente, oír como los pájaros empezaban a entonar sus cantos, ante la aparición de un nuevo día, la hierba fresca y húmeda por el roció de la mañana, me mojaba los pies a cada paso que daba, vimos algunos gazapos con la claridad del alba, y por fin tras varios kilómetros andados, llegamos a un llano despejado en mitad de la alameda.
 Estábamos rodeados de árboles, tan solo teníamos el claro que nos ofrecía el rio para poder ver el amanecer, en la otra orilla, una loma llena de nidos de donde empezaban a salir los primeros abejarucos, para sobrevolar sus dominios.
 El sonido del rumor del agua, al saltar sobre las piedras igeñas , era pura melodía para mis oídos, no dejo de emocionarme unas tortugas, que en lo alto de una piedra, parecían esperar su baño diario de sol.
 Por fin llegó el momento más esperado, y observamos como por detrás de la loma donde anidaban los abejarucos, aparecían los primeros rayos de sol, un estallido de color me cegó los ojos durante unos segundos, me los frote y pude ver  que no había visto algo tan maravilloso desde que nací.
 A la altura que estábamos, el rio tenía una cuarta de profundidad, lo que me permitió ver los lomos plateados,  de las bandadas de peces que cruzaban el rio delante de nosotros, todo eran sensaciones nuevas, el iris se me lleno de color, mis oídos eran receptores  de nuevas y bellas melodías, mi nariz no dejaba de procesar efluvios desbordantes de aromas diferentes, a mis sentidos, no les daba tiempo a procesar tantas sensaciones nuevas, estaba narcotizado de vida, color y belleza.
 En aquel momento me sentí, la persona más fuerte y valiente del mundo, tenía a mi lado a mi padre y hermano, y la naturaleza nos rodeaba, nos cobijaba y nos ofrecía su protección.
 No entiendo, como con los años pierde uno toda la ilusión, por ver ese amanecer que un día tan feliz me hizo, tampoco comprendo porque me volví tan débil y vulnerable, solo puedo encontrar una explicación a todo esto, y es que me falta la fortaleza que me aportaban mis dos pilares, mi hermano y mi padre.




  
 Fdo: Nadavepo.





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