Ahora, que hace tiempo que no tengo a una mascota a mi lado, veo a los perros paseando con sus dueños tan felices, pero también observe que algunos no lo eran tanto.
Como diría Cervantes,
no a mucho tiempo, que vivía un patán humano, con sus más fieles sirvientes,
aunque estos estaban llenos de cualidades prodigiosas, el patán de su amo no
supo entender ni aprender de esas cualidades.
Su guardaespaldas,
siempre alerta, velaba por su seguridad sin tan siquiera pensar en su propia
vida, el patán lo daba por hecho, pensaba que esa era la obligación de su
guardaespaldas, nunca se preocupó por este, ni tan siquiera le dio las gracias,
por las muchas veces que le había salvado la vida, jamás se aprendió su nombre,
si este patán lo hubiera observado, habría aprendido tantas cosas, como su
saber estar alerta, su sigilo al moverse, su elegancia, y lo más importante, su
fidelidad.
Hubo otro inepto, que
tampoco supo valorar a la cuidadora de su casa, la cual también le cuidaba su
coche, y la que vigilaba a toda su familia como si fuese su rebaño, nada de
agradecimiento tampoco, para esta cuidadora infatigable, que tanto le pudo
haber aportado para su carácter, bondad, alegría, fortaleza y agilidad, pero ni
un detalle para ella, aunque le fue fiel hasta la muerte.
Y mucho menos que
decir, del ultimo amo, que por desgracia conocí, y del trato que le dio a su
mayordomo, que siempre estaba atento a la llegada de su dueño, pendiente de lo
más mínimo que este le pidiera, tampoco este idiota aprendió nada, de este ser
tan exquisito, ni su moderación, ni su porte, ni su nobleza, ni tampoco lo más
importante, su fidelidad, cualidad innata en todos estos seres, demostrando una
vez más que son más racionales, que los que nos llamamos inteligentes.
Ahora, todos ellos,
sus amos, los añoran después de sus muertes, pero ya es tarde, nunca hacemos en
vida, lo que echamos de menos tras su muerte.
El escritor Laurent
Gounelle, decía que cuando se nos moría una persona querida, no la perdíamos
nosotros a ella, si no que era ella la que nos perdía a nosotros, y yo digo que
cuando se nos muere un perro, no nos pierde el a nosotros, creo que nosotros lo
perdemos a él.
Si los gobiernos del
mundo, se rigieran por el amor que nos profesan nuestras mascotas, hablaríamos
todos, el mismo idioma, como ellos lo hablan, aunque procedan de diferentes
continentes.
Dedicado a todas las mascotas del mundo, que son ignoradas y
maltratadas por sus dueños.
Fdo: Nadavepo.
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