Algunos años tengo ya, y recuerdo mi infancia y mi juventud,
con la frescura de una mañana de otoño.
De mi niñez, recuerdo
a una muy querida persona, que siempre aparecía en los momentos más cruciales.
Él siempre estaba
allí, cuando mi barco de piratas se hundía, él me ayudaba a reflotarlo,
siempre que mi fuerte del oeste, ardía por un ataque indio, el aparecía y
sofocaba las llamas, cuando mi bicicleta pinchaba, el arreglaba el pinchazo, para que yo pudiera
seguir mi viaje, siempre velaba por mis sueños, para alejar las pesadillas que
pudieran perturbar mi descanso.
De mi juventud,
recuerdo no tener amigos, pero allí estaba el, para hacerme sentir el calor de
quien tiene millones de amigos, también lo recuerdo blandiendo su espada y su
reluciente armadura, para defenderme de las pandillas de mi edad, que eran como
manadas de lobos, que se cebaban con seres solitarios e indefensos como yo.
El me trazo una línea
recta para seguirla, una línea que sorteaba abismos y montañas, el me trazo el
camino para llegar a adulto, Siendo un hombre honrado e íntegro.
Y os preguntareis, si
sería mi profesor esa persona, o quizás mi padre, o tal vez algún buen amigo,
pues no, esa persona que suplía esos tres papeles, y que aún hoy en día sigue
supliéndolos, ese, ese es mi hermano.
Dedicado a él, con mi
agradecimiento y con todo el cariño del mundo.
Fdo: Nadavepo.
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