Le dedico a mi padre, un día soleado, un día nublado, un día nevado, o un día granizado, o porque no un día lluvioso.
Aunque pensándolo
bien, también le puedo dedicar, un día húmedo, seco, frio o cálido, pero qué
más da, cualquier forma de día le puedo dedicar, pues a todos el su belleza les
sabia encontrar.
Durante años, todos
esos días el me los supo dibujar, pero ahora que mi padre conmigo ya no está,
ahora todos los días del año me parecen igual.
Cuando miro en sus
cuadros, los dibujos que me solía pintar, solo el color gris en ellos puedo
encontrar.
Por todo esto te
grito papa, en cualquier lugar donde puedas estar, devuélveme los colores de
tus cuadros, que yo te los sabré guardar.
Te prometo, que solo
los compartiré con los niños de nuestra edad, los mismos que cuando yo te
visite, con nosotros jugaran, al corro a la tanga o sabe Dios a cuantas cosas
más.
Y aunque en esta
carta, lo que te voy a decir no vaya a rimar, por todo lo que me ofreciste,
solo puedo decirte una cosa, ¡te quiero papa!
Fdo:
Nadavepo.
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