¿Cuánto tiempo hace? Ni me acuerdo.
Pero lo recuerdo como
si estuviera delante de mí, su cara, sus manos, su poesía al hablar.
Lo siento, lo noto y
lo veo cogido de mi mano, como cuando íbamos a pasear por el bosque, sus
palabras me indican el camino, el verdadero camino, el único camino, el que no
se ha de dejar nunca, aunque te tienten los placeres de la vida.
Lo tengo a mi lado,
estamos sentados en un banco del parque, siento escalofríos al verle temblar
las manos, manchas oscuras recorren su piel, lo que hace que se apodere de mí
un terror insoportable, porque pienso que lo estoy perdiendo.
Y los putos días no
paran de pasar y el palidece, se marchita como amapola de primavera, y yo
impotente no puedo parar el destino,
esta mierda de vida continua sin un ápice de resquemor.
Estoy perdiendo lo
que más quiero en este mundo y no puedo hacer nada, me siento inútil y me
vuelvo loco, como jilguero enjaulado.
Atorméntame muerte,
atorméntame lo que quieras, así cuando llegue mi hora, te habré perdido el
respeto y no te temeré, pues no podrás hacerme más daño del que me estás
haciendo ahora. Viendo cómo vas atrapando poco a poco entre tus dedos al ser
que yo más quiero.
Y a ti señor, te
suplico no te lo lleves, no te lleves a mi padre, pues soy todavía un niño, y
lo necesito más que a nada en este mundo. Por favor Dios, te lo ruego con toda
mi alma, déjanos jugar un ratito más y retrasa tu tren, para que él y yo
podamos partir juntos hacia la eternidad.
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